A limpiar la casa

A limpiar la casa

La Policía Nacional, que debe ser garante del orden y preservadora de la propiedad, no puede continuar gastándose el lujo de que la gente común perciba, de manera cada vez más generalizada, que hay que cuidarse tanto de algunos policías como de los malhechores.

Trabajos de investigación hechos por este diario durante el fin de semana han permitido captar entre gente de algunos barrios testimonios de justificado temor, no sólo por la abundancia de bandas de delincuentes y sus actos y amenazas, sino porque se sospecha desde indiferencia hasta tolerancia y desde connivencia hasta complicidad de parte de miembros de la Policía.

El sentimiento generalizado de inseguridad y miedo captado entre la gente de barrios capitalinos, no sólo deja mal parada a la Policía como institución, por ser incapaz de mantener a raya a los delincuentes, sino que parece hacer muy difusa y confusa la frontera entre los delincuentes y quienes deberían ser sus naturales perseguidores.

Hemos captado testimonio de personas que afirman que por falta de confianza en los policías de su sector, no se atreven a denunciar a los autores de hechos delincuenciales de los que han sido víctimas o testigos.

La misma gente que ha expresado sus temores y suspicacias, también ha sabido reconocer que hay muchos policías honrados, que merecen ser tomados como ejemplo de vocación de servicio, y han sabido reconocer que la actual jefatura está sinceramente empeñada en combatir la delincuencia y segregar de entre las filas de la Policía a quienes denigren el uniforme.

-II-

Todo parece indicar que en la Policía Nacional hay que hacer grandes transformaciones, de manera que la institución pueda responder satisfactoriamente a las demandas de seguridad de la ciudadanía. De principio, es necesario una profunda profilaxis que permita sacar de circulación a todo aquel que transgreda los principios que justifican la existencia de este cuerpo civil armado.

En las filas policiales no deben caber aquellos que entienden que un uniforme y un arma da derecho a «buscársela» por medios no lícitos, ya sea directamente o sirviendo de soporte a delincuentes, dejando hacer y pasar a cambio de una cuota del botín.

En medio de las precariedades generales de las finanzas del país, que impiden mejorar las condiciones salariales de los servidores públicos, la jefatura de la Policía se esfuerza porque los miembros de esa institución perciban alguna mejoría económica. Así interpretamos una disposición del mayor general Manuel de Jesús Pérez Sánchez, que suprime una serie de descuentos que se hacían a los de por sí deprimidos sueldos de los policías. Suponemos que, de mantenerse esta línea de conducta, algunas otras cosas mejorarán en beneficio de los agentes del orden público.

Lo que no puede continuar ocurriendo es que siga en aumento el número de personas que perciben que su inseguridad es, indistintamente, obra de delincuentes que de alguna manera cuentan con la indiferencia o la connivencia de algunos policías. Definitivamente, hay que limpiar la casa.

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