A lo oscuro, metí la pata… ¡Vamos a des-tintar!

A lo oscuro, metí la pata… ¡Vamos a des-tintar!

Imagen animada de un agente deteniendo vehículos

A lo oscuro, metí la pata… ¡Vamos a des-tintar!. Ya salimos a las calles y parece que vivimos en medio de una selva, donde solo los vivos ven a los que no saben si serán presos de un asalto, o simples observadores de cómo se violan impunemente las leyes que, por ahora, solo son de tránsito pero que nadie sabe en qué momento cobrarán otro matiz… Se esconden detrás de vidrios tintados de lo más oscuro jamás imaginado… En época de ‘los vaqueros del viejo Oeste’, nadie se atrevía a retar a nadie, ni asaltar a nadie, ni a matar a nadie sin dar la cara y enfrentar a su oponente y en algunos casos supuesto agresor…

En nuestro país, parece ha llegado la hora en que no solo es permitido el manejar sin licencia o placa vencida, sino que la autoridad ha dejado de ser autoridad al permitir que frente a ellos transiten miles de conductores sin nombre ni cara que a simple vista les identifique… “¡Herminio –exclama Píndaro-, cuánta desfachatez!… Mientras unos argumentan que si van solos o acompañados, el estar ‘escondidos’ detrás de unos vidrios totalmente ennegrecidos les permite no ser identificados por supuestos asaltantes, muchos de los propios asaltantes han encontrado una nueva fórmula de esconderse de la ley al transitar libremente hasta identificar, y timar, a su próxima indefensa víctima”.

“Así es, Píndaro –expresa Herminio-… Hemos llegado a un punto en el cual el temor ya no importa… ¡porque no se valora!… Se están viviendo momentos en los que el ser –por el simple hecho de poseer cierto poder-, estriba en esconderte en un vehículo donde nadie te vea –incluyendo la autoridad-, porque crees que tu vida peligra si expones tus rasgos naturales e identificables… Has llegado a un momento de tu vida en que el esconderte es lo normal, y al exponerte lo has bautizado como excepción… Se me ocurre pensar en un pasado no muy lejano, aunque quizás pierda mi tiempo pues lo pasado no importa, aunque no sepa qué pueda venir para mí!”.

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“¡Cierto, Herminio –interrumpe Píndaro-… sería interesante que nuestras autoridades den un contundente ejemplo y, empezando por ellos mismos, inicien un proceso de tres meses de obligatoriedad para que cada propietario de vehículo –así sea el Estado y un ente privado-, se obligue a ‘destintar’ –o ‘despapelar’-, los dos vidrios de las puertas delanteras de todos los vehículos circulando por el país y, con mucho más rigurosidad, el vidrio frontal”… “Si supieras, Píndaro –recuerda Herminio-, hace un montón de años la fuerza pública hizo obligatoriedad el que nadie pudiese circular en un vehículo con los vidrios delanteros tintados –incluyendo el frontal-… Cuentan las páginas impresas de periódicos de la época, que el resultado fue inmediato y que los asaltos se vieron reducidos a su mínima expresión, dando un valioso respiro a la población… ¡Los únicos que tuvieron que trabajar sin descanso fueron los encargados de hacer cumplir las medidas en el tránsito!”.

“¿Y qué impide ahora, que este procedimiento de recuperar la transparencia se pueda volver a implementar? –cuestiona Píndaro-… Parece que olvidamos que todos –civiles, militares, empleados del Estado-, a lo oscuro, podemos vernos tentados a meter la pata y que, sin pensarlo dos veces, la impunidad que te propicia el circular a plena luz escondido en la oscuridad del día está alimentando el crecimiento de la impunidad poblacional… –y sentencia Píndaro-… ¿Qué espera nuestra autoridad para obligar a todos a des-tintar?”.