A lo que estamos obligados

A lo que estamos obligados

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Las personas que hoy actuamos en la vida, desapareceremos por una ley inexorable, porque como dice el bolero del siglo pasado: “la realidad es nacer y morir”
Lo importante es cómo se llena el tránsito por la vida: con maldad, con bondad, con indiferencia, con avaricia, con abusos, con crímenes, con acaparamiento, con una conducta de respeto, a la ley, a las buenas costumbres.
Lo importante es, caminar sobre el filo de la navaja del buen comportamiento, del irrestricto cumplimiento de las leyes éticas, de las leyes morales, de la consideración y reverencia a los mayores, a los coetáneos, a los hijos y demás descendientes, a los amigos, que siempre actuemos recordando que somos los demás, de los demás. Respetar otra regla de oro: el derecho ajeno como garantía de la paz.
“A lo largo de la historia”, rezan los versos de Héctor Díaz Polanco, “te das cuenta de que convives con amigos y enemigos”, que debes tener el cuidado de escoger los amigos, de saber permitir quiénes serán tus amigos, no quiénes dicen que son tus amigos.
Tener el olfato de disfrutar del olor que emana de la bondad, de la lealtad, de los frutos de la perseverancia. Escoger entre quienes te acompañen y entre quienes no deben ser tus compañeros.
Conocer el cojo sentado y el ciego durmiendo, es más que un ejercicio de observación, es poseer el don de la intuición que nos permita elegir entre lo que es beneficioso para el bien común, y lo que es beneficioso para los intereses particulares, sobre los colectivos.
Es un asunto de saber dónde colocarse, en qué orilla ubicarse para vivir, para actuar, para participar, para cumplir con el deber de contribuir a la construcción de un mundo mejor.
Desde el comienzo de los tiempos, la política se ha ejercido entre quienes se convierten en artistas del amagar y no dar, dar sin reír y aquellos que entienden que su papel es el de facilitar que se cumplan las leyes de Dios y las leyes de los hombres que beneficien a los hombres y no a un grupo de hombres.
Desde Pedro Santana, Ulises (Lilís) Heureaux el tigueraje del tiempo del Concho Primo, las cuadrillas de asesinos que intentaron exterminar el grito guerrillero en la región Este del país, y tildaron como gavilleros a los patriotas que se oponían a la ocupación extranjera, a ello súmele la barbarie del trujillaje.
Así, de tumbo en tumbo, hemos llegado al día de hoy, con el cuerpo social podrido por la corrupción, las complicidades, el dejar hacer, el dejar pasar, actuamos como si estuviésemos contentos y dispuestos a que todo siga igual. ¡Pobre país! Y usted ¿Qué hace para combatir los males?

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