A los cinco años de la muerte de Balaguer

A los cinco años de la muerte de Balaguer

VIRGILIO ÁLVAREZ BONILLA
El 14 de julio recién pasado, se cumplieron cinco años del fallecimiento del doctor Joaquín Balaguer Ricardo, fundador y líder del Partido Reformista Social Cristiano y presidente de la República durante veinte y dos años. Los dominicanos de pasadas y presente generaciones, conocen muy bien la trayectoria política de ese hombre de cualidades pródigas, su vida y actuaciones, necesariamente contradictorias estuvieron ligadas a acontecimientos históricos singulares, que indiscutiblemente cambiaron el curso del país e influyeron en las decisiones tomadas desde el poder político por este estadista extraordinario.

Balaguer construyó desde el poder un partido vigoroso, comprendía perfectamente que éste era el instrumento idóneo con que sostendría su sistema de gobierno. Se valió del partido y a través de él desarrolló un programa de gobierno que si bien no estaba escrito se conservaba en la privilegiada mente de ese superbo gobernante.

El majestuoso barco del reformismo navegó sin mayores contratiempos durante los treinta y seis años que Balaguer lo condujo desde el poder político y fuera de él. Enfrentó tormentas y vientos cruzados pero siempre salió airoso de los malos tiempos. Ya en el ocaso de su vida, aquel otrora vigoroso capitán seguía conduciendo el timón de su nave, desgastada ya, como consecuencia de las largas y exitosas travesías. En ella encontraban refugio aún, allegados y contrincantes, siempre en busca de los mejores consejos, oportunas sugerencias y atinadas decisiones.

De repente sin embargo se vislumbran a lo lejos vientos de tempestad, la tripulación inquieta clama a toda garganta: ¡Capitán, capitán, ven a conducir de nuevo tu barco, llévanos a puerto seguro! Pero el capitán ya no está, el capitán ha muerto. La desesperada tripulación carente de voz de mando no sabe cómo enfrentar la voraz tormenta que tiene de frente. Entre discusiones inicuas y rebatiñas por la imposible sucesión de mando, se pierde un tiempo precioso. Algunos optan por desafiar el embravecido mar en busca de la seguridad de tierra firme, éstos lo logran. El resto sigue envuelto entre intrigas y zancadillas, la mitad de ellos está convencida de que la única manera de salvarse sería abandonando el barco, los menos aferrados al palo mayor quebrado en varias partes piensan que la tabla de salvación sería conservar la desquebrajada nave aunque para ello tengan que encallarla en cualquiera de las costas cercanas, a riesgo de sucumbir en el intento. Capitán, capitán…, se escuchan a lo lejos las voces del lamento.

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