A mal tiempo…

A mal tiempo…

Sergio Sarita Valdez

En cada cabeza hay todo un mundo de realidades, ilusiones, fantasías, sueños y proyectos factibles a corto, mediano y largo plazos. La mente guarda recuerdos en memorias de corto, mediano y largo plazos. Una persona que haya gozado la dicha de nacer, crecer y hacerse adulta, en condiciones más o menos ideales, se le ubica en una categoría especial distinta a las que pertenecen la inmensa mayoría de los y las mortales. Psicoanalistas, pedagogos y profesionales de la salud coinciden en reconocer el periodo entre los 7 y los 14 años como un espacio de tiempo crítico en la formación educativa de la persona. El individuo adulto incluido el de envejeciente conservarán la estampa indeleble de la calidad de la oportuna enseñanza recibida durante esos siete años consecutivos.

Si aceptamos al ser social como el carácter distintivo de máxima relevancia que separa al Homo sapiens del resto de las especies animales, pondremos el énfasis en dotar al educando de mucha sensibilidad circular, en esferas que arrancan con una básica inicial correspondiente a la familiar, seguida por otras que van desde el aula, deportiva, cultural y ocupacional. Siglos antes de la Era cristiana Aristóteles resaltaba la importancia de vernos como miembros del gran enjambre humano que posteriormente todos reconoceríamos como humanidad.

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Pretender aislarnos del resto de nuestros congéneres, al punto de enajenarnos y vernos como enemigos irreconciliables tendrá consecuencias catastróficas que más temprano que tarde repercutirán negativamente en el tejido social que nos sostiene a todos. Hay gente que dedica gran parte de sus energías vitales a fabricar enemigos, convencida de la necesidad de la guerra permanente. Aplican equivocadamente los principios de la ley de la selva en que una especie se impone a otra, e incluso dentro de un mismo grupo alguien se coloca como ente dominante sobre los demás. El imperio del Gobierno totalitario del más fuerte haría que el animal más feroz se imponga sobre todos los demás.

El racismo, los falsos nacionalismos, las rivalidades religiosas y las imposiciones militares están conduciendo al mundo a la hecatombe. Hemos perdido la cordura y el fanatismo nos está llevando a la autodestrucción. Los sembradores de odio avivan continuamente la llama de las diferencias, el miedo, los abusos y la violencia homicida cobijada bajo la sombrilla de la guerra fratricida errónea y maliciosamente justificada. Históricamente se han fabricado banderas políticas para medalaganariamente separarnos en grupos: los buenos versus los malos. En otros confines serían los blancos, negros, amarillos o mulatos. Modernamente argumentamos por dominios territoriales abonando con sangre el suelo en el que se consumirá nuestros restos mortales.

En la era de la Internet unida al desarrollo de la inteligencia artificial con su enorme capacidad para manipular toneladas de datos, juntamente con la generación de voz e imagen, se hace casi imposible distinguir un mensaje natural de otro virtual.

¿Habla un jefe de Estado en tiempo real? ¿Acaso se trata de voz e imagen creadas por Chat Gpt para engañar a la población? ¿Se inducen opiniones y luego se realizan encuestas que convenzan sobre triunfos o derrotas electorales, dependiendo de quien paga más?

El mundo no anda bien, aunque nos digan lo contrario. A mal tiempo buena cara.

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