A mi amada Ivelisse en su quinto año

A mi amada Ivelisse en su quinto año

Hoy, dos de mayo, se cumplen cinco años que mi amada Ivelisse y nosotros perdimos la batalla contra el cáncer, pero en cambio ella logró el cielo, dejando un legado de amor, bondad y entrega que es el mejor de los recuerdos.
Nuestra relación se inició un 16 de diciembre de 1973, cuando descubrimos que nos amábamos tras habernos conocido dos años antes. En diciembre de 1976 me gradué de ingeniero civil y el 8 de enero de 1977 el Señor bendijo nuestra unión y la ceremonia se realizó en la pequeña capilla San Judas Tadeo, oficiada por el sacerdote Amancio Escapa, posteriormente Obispo Auxiliar, sellando nuestras bodas con las palabras que nunca olvidare: “…hasta que la muerte los separe” y efectivamente solo la muerte pudo separarnos el dos de mayo a las 5:50 p.m.
Ivelisse fue muchas cosas simultáneamente; además de una gran esposa, una amiga, una socia, consejera, confidente y una cómplice. Fue mi refugio en momentos de tempestades, mi ancla en momentos de veleidad y mi fortaleza en momentos de debilidad. Todo lo que he logrado en mi vida, material y espiritualmente, se lo debo al Señor y el haber contado con una compañera, una mujer comprensiva, austera y dispuesta a apoyar y trabajar en todos mis proyectos.
Aunque nuestra primera hija, Alejandra Ivelisse, murió en 1978, al otro día de nacer, el Señor nos premió con Ana, Carlos, Ramón y Alfredo; sus hijos nunca la olvidaran porque fue una madre abnegada, que se dedicó al 100% en los momentos de graves enfermedades de algunos, que sacrificó en muchas ocasiones necesidades propias para darles a ellos lo mejor. Siempre estuviste orgullosa de tus hijos y nietos.
Uno de los mayores legados de Ivelisse son mis hijos, porque ambos tratamos de darle una educación con el Señor como el centro de nuestro hogar y lo que sembramos juntos hoy ha resultado en una cosecha de ciudadanos ejemplares y los que hoy son padres y madres están transmitiendo los mismos valores que nosotros tratamos de inculcarles.
El Señor le permitió a mi amada Ivelisse disfrutar de sus nietos Luis Alejandro, Nicolás, Javier y Ana Sophia, y los que pudieron conocerla y tratarla, como los tres primeros, aun la recuerdan con nostalgia, porque fue una abuela consagrada que le dedico lo mejor de su tiempo.
Como fue tu meta, la unidad familiar ha sido preservada y fortalecida, mis hijos me han apoyado, también yo he intentado darles el apoyo emocional para que todos, sin olvidarte, podamos seguir adelante.
Muchas cosas hermosas han ocurrido desde la partida de Ivelisse, mis hijos han crecido física y espiritualmente y la familia se ha duplicado; llegaron en noviembre de 2017 los gemelos Mauricio y Marcelo, hijos de Mariu y Alfredo; Carlos y Jaqueli tuvieron en mayo del año pasado a su tercer hijo, Diego, y Ana Patricia y Francisco tuvieron a Ana Rosina en noviembre. ¡Qué feliz estarías en este mundo terrenal con ocho nietos!
Me siento privilegiado porque el Señor me prestó una mujer maravillosa durante 40 años, de amor, sacrificios, alegría, dolor, pero siempre Ivelisse fue el motor de la felicidad, la compresión, el perdón, la bondad hacia todos los que la rodeaban y gracias a ese carácter, más la fe en el Señor, pudo soportar 14 meses de una terrible enfermedad y aun así nunca perdió la alegría, nunca se deprimió y así partió a los brazos del Señor en absoluta paz y con una bella sonrisa en su rostro.

Gracias a ti y tu inspiración hoy somos mejores seres humanos y la fe me ayuda porque sé que hay un ángel en el cielo que está velando por sus hijos y nietos. Nunca te olvidare y espero tener los merecimientos, para cuando concluyan mis días en la tierra, el Señor me permita volver a verte, abrazarte “porque tenemos muchas cosas de que hablar, compañera del alma, compañera”

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