A mí me pasa lo mismo que a usted

A mí me pasa lo mismo que a usted

POR GRACIELA AZCÁRATE
«La grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite.

«Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este mundo». “El reino de este mundo”, de Alejo Carpentier

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No es el bolero, no, es el relato de los últimos 15 años de mi vida. Al pueblo dominicano le pasa lo mismo que a mí, en 1989. Mi ex marido y el presidente Mejía siempre fueron iguales. Ahí estaban con su machismo, su arrogancia, su grosería y su espíritu destructivo y voraz. Por comodidad, me quedé 15 años, ahora lo sé. Es decir lo debo haber sabido siempre pero me engañé por comodona e infantil. Cuando decidí sacudirme el vasallaje probé lo que siempre fue. Soborno, chantaje, amenaza, asedio, venganza fue la constante durante largos años de pulseada. Si buscan un nuevo marido/papá/ presidente se jodieron.

Tendrán que renunciar a la flojera, al hedonismo y al , ¿ y es fácil?

Tendrán que arremangarse, ponerse a trabajar, “guayar la yuca” y en buen porteño “mojarse el culo”.

¡Si les cuento! Fui dispensiosa, jaranera, inútil en la planificación de gastos porque total tenía la tarjeta en dólares y en pesos dominicanos, y una cuenta en el Rigss y en el banco Popular. Manirota, linda, engreída, arrogante, cumbanchera gastadora e infantil. Todo eso era yo hace 15 años atrás. Igualito que el pueblo dominicano. Es cómodo que papá/marido/ presidente nos diga qué tenemos que hacer, que abra la billetera o libre el cheque y nos dé el dinero de la casa, de los arriendos, del mercado, de la ropa, de la diversión, de la vida toda. Pero eso tiene un costo. Y uno debe devolver cada centavo que te dieron. Y con interés y plusvalía. La devolución puede ser simbólica o no. En general se paga con vasallaje y sujeción. Cuando dije adiós a la ropa cara, a los perfumes, a la hilera de zapatos, a las carteras finas, a las joyas en abundancia, a los paseos en cada cumpleaños a tierras extrañas, a los baños y pasadías en resort de lujo, o a los pasadías internacionales en cruceros de ensueño ahí vino el desmadre. Ser adulta, hacerse mujer y divorciarse es como ese acto simbólico del 16 de mayo de decir, “es pa’ fuera que van”, o lo que le dijo José Saramago a Fidel: “Hasta aquí llegué!”

Pero, mi Santo Domingo querido, mi bello corazón, mi dulce príncipe de las tinieblas, esto es solo el comienzo.

¡Amárrate el cinturón que vamos a navegar!

Y sabrás lo que es tormento, mi dulce caña de azúcar. Esto es solo el principio. Como en mi divorcio doméstico, lo peor está por venir. Ahora sí que es verdad, mi dulce ciguita del despelote, es que vas a saber de verdad, cómo se madura, cómo se crece y que mi linda patria quisqueyana hay que decidirse a matar al padre, finalmente.

Al padre autoritario, llámese Trujillo, Lilis, Balaguer, Bosch o Peña Gomez.

Si por fin están dispuestos a crecer tienen que tener claro que se han cerrado las billeteras, las tarjetas y las cuentas en Gran Caiman.

“Se va el caimán se va el caimán/ se va para Barranquilla” , carajo, perdón, ese es un vallenato colombiano.

Sepan que no hay retorno porque se acabó la genuflexión, el arrodillarse y el mendigar.

Si de verdad dijeron basta, tendrán que entender que recién ahora empieza lo difícil y que habrán de ver y de vivir aún mucho espanto.

Porque crecer, madurar, pensar por sí mismo, arriesgarse a la equivocación, a decidir por sí mismo tiene un alto costo. Que no se ve de inmediato, que no es a corto plazo, que tiene avances y retrocesos y muchas veces multiplicados los deseos suicidas de volver a la anestesia y a la modorra de la siesta tropical.

Marido, padre o presidente no son más que la representación de las dos caras de una misma moneda. Ese patriarcado que por tan mencionado ya nadie toma en serio, está devaluado, como si fuera un chiste de feminista fea y abandonada.

Es que simplemente son relaciones de poder, de soguzgamiento, son relaciones entre el amo y el esclavo, entre explotador y explotado, entre prostituta y proxeneta.

En el mundo público y en el mundo privado, el servilismo, la adulación, la genuflexión, el acomodamiento, el facilismo tiene un nombre y un precio.

Si de verdad votaron por el cambio, olvídense como yo, de lo viajes culturales, del papel de arroz para los grabados y de la matrícula para la bienal de la Cochinchina.

Digan adiós al boato, a las apariencias, adiós a las cenas y a las comidad de lujo, a los hoteles 4 estrellas, a los carros de marca, al celular con el último grito cibernético, a los relojes y a los lentes de presunción.

Todo eso tiene un precio y una contracara. Un equivalente en silencio, en obsecuencia y muerte lenta a largo plazo.

No rebelarte, ni siquiera cuestionarte este sopor de baño turco, este modo de vida anestesiado y fácil puede significar morirte de un ataque cardíaco, de un derrame cerebral masivo, o morirte en vida a largo plazo como esas mujeres de la burguesía, en su carrera hacia la nada, hacia el lifting, comprando vestidos que son una fortuna por una noche o gastando millones en rosas para festejar el aniversario de una revista social sin contenido. Efímeras como un pedo se quejan de que su vida sexual es un páramo y el amante o el marido ni siquiera las mira y menos aún las toca. Es cierto que su vida es un erial. Lo es, porque hombres y mujeres han empeñado su vida en un Moloch devorador e intransigente. Como ese papá o ese marido o ese presidente que de simpático y decidor deviene en exigente, depredador y mutilante cuando lo contradicen.

Nada tienen, nada anhelan, su camino es una carrera hacia la nada, montados en un carro del año cuanto más rumboso mejor, en un celular, una tarjeta plástica y una sonrisa de colágeno y bisturí.

Crisis de crecimiento dicen lo sociólogos, de madurez dicen lo psicólogos. A veces las cosas pueden irse resolviendo con mayor facilidad en el plano doméstico.

En el mundo privado, donde a pequeña escala se reproducen las mismas reglas de juego y de poder que en el ámbito público. El primer paso ya está dado.

Un descomunal rechazo a través del voto. La respuesta no se hizo esperar y es una perversa sed de venganza, una vocación para dañar, un chantaje obsceno de autoritario herido en el honor macho.

Como en los matrimonios donde la mujer dice basta, las cuentas se cierran , las tarjetas se cancelan, lo seguros se olvidan y las cuentas de la escuela de los chicos deberán esperar a un mejor comportamiento de la cónyuge, o por lo menos que demuestre ser más obediente y sumisa. Como en los matrimonios que se separan por iniciativa de ellas, a las mujeres les cortan los medios económicos, las asedian y las coartan para obligarlas a regresar al lado del negrero, porque no saben, no pueden o no quieren mantenerse por sí mismas.

Así, como una mujer divorciada, que dijo basta al maltrato y la estulticia, así está éste país. Sometido a los designios de un cínico, voraz y perverso.

Como el presidente de los cuatro años más negros de República Dominicana, el marido de los quince años o más me cortó las cuentas en los bancos americanos y dominicanos, me cerró las tarjetas de aquí y de allá, no pagó manuntención de niños como si no fuera responsable, no pagó seguros, ni medicina, ni ocio, ni alimentación ni estudios.

“O mía o de nadie”, musitó él, melodramático y “comediante”. “Sometida, mordiendo el polvo o te haré papilla”. En los ojos se le leía: “Vil mujercita respondona”. Sin piedad me asedió por años, creyendo que claudicaría y por comida, vestido y comodidad volvería mansa y domesticada al redil. Como la película de Animal Planet, el león rondó a la leona y le mató la camada de cachorros para ponerla a su disposición y de nuevo a su servicio. Nada de distraerse con los hijos. Sujeción absoluta. Pero a diferencia del mundo animal, en mi caso no me mató la cría aunque lo intentó muchas veces y de mala manera. Como 15 años es un largo tiempo y es mentira que veinte años no es nada, en ese largo viaje a la libertad me fui despojando de los vicios culturales de ser mujer, de ser muda, de ser complaciente, dependiente y crédula. Uno a uno quité los velos del autoengaño, de la “patraña cultural” en la que vivimos todos, hombres y mujeres. Una a una saldé las deudas con el pasado.

Cerré las cuentas de los bancos, clausuré las chequeras y las tarjetas, saldé yo solita la hipoteca de la casa y del carro, pagué los años de educación secundaria y universitaria de los chicos y contra todo vaticinio, callada y en silencio cuando regresó por lo creía aún era suyo, me animé, le puse demanda y lo metí preso.

Aunque tenía impedimento de salida, usó las prerrogativas del macho y con las complicidades de sus secuaces de género, un pasaporte diplomático y U$500 escondidos como soborno eludió la justicia y ahuecó el ala.

Años más tarde, cuando creyó que había llegado el olvido y quiso volver “a la isla de mierda” le advertí que ninguna demanda sería anulada y ningún impedimento liberado, que todos los cargos seguían vigentes y que no había ninguna transacción posible ni vasallaje soslayable porque a un costo largo y altísimo había comprado mi libertad. No era el dinero, la independencia económica o el pasar acomodado lo que estaba en juego.

Era algo más. Lo más importante quizás. Había aprendido a caminar sola, había aprendido a hablar y a hacerme oír. Sin miedo ni de rodillas exigía el trato de un par y sobre todo equidad.

Había matado en mí a ese padre admonitario, oscuro y devorador Había matado a ese padre que nos invalida, que nos anula, que nos quita pero no nos da, que nos deja hambrientas y siempre está pidiendo más, que no nos retribuye en amor, compasión ni empatía sino que se debate, exige y ahoga como un Saturno devorador.

Envejecida, flaca, austera y desencarnada emergí de una experiencia terrible pero apasionante. Con un ropero íngrimo y solo, con un alhajero desierto y un perfumero olvidado de “El jardín de bagatelle’, “Allure”, “Diorísimo”, sin derramar una lágrima por lo que quedó atrás, fui olvidando de paso las limpiezas de cutis, los masajes relajantes, las sesiones vip, y los gimnasios de magnate.

En el zapatero se guarda el calzado elemental, la cuenta del banco está ajustada al pago de los servicios, la universidad, y lo esencial, una sola tarjeta para las emergencias o el imprevisto.

Y si Santo Domingo, que empieza su viacrucis como una novata divorciada me preguntara si me lamento de algo de lo perdido, puedo decirle que por primera vez en 22 años que vivo en el país, no hay deudas, ni económicas ni morales ni espirituales, y no cargo con valijas de ropa sucia pendientes de lavar.

Hace 15 años, la manirrota que no previó la venganza ni el colapso, votó contra la desidia, la arrogancia, la ineptitud, la mentira y la miseria espiritual. En mi pequeña familia, nos animamos sin saberlo, a cortar la cabeza a un monstruo que tiene mil cabezas, muchos rostros insidiosos y un sólo destino y fin como el león de la película.

Lo que votamos a la ligera nos trajo lágrimas, dolor, mucho trabajo, grandes pérdidas morales y enormes decepciones. Pero como el retorno de la ola nos trajo con la marea una fortaleza inusitada recién adquirida, una seguridad en nosotros mismos y sobre todo una confianza en el futuro y el porvenir. Hace unos días Juanito me preguntó porque a pesar del marasmo colosal en el que vivimos yo estaba serena.

En pocas palabras le conté esto mismo que les estoy contando a ustedes.

El primer paso ya está dado.

Tendrán que arremangarse, apechugar, olvidarse de satisfacer el deseo de manera inmediata, deberán olvidar el emblemático ¿y es fácil? y aprender que para pescar hay que mojarse el culo sin pestañear.

Tendrán que dejar la modorra tropical y la siesta anestesiante del papichulo que todo lo puede a fuerza de papeleta y cheque.

Uno a uno se caerán esas caricaturas siniestras de los hombres y mujeres que nos han dirigido de mala manera hasta ahora.

Caricatura atroz de latrocinio, estulticia y cinismo sin límite.

Los milagros no existen pero podemos crear uno distinto, el nuestro, el hecho a la medida de nuestros sueños y aspiraciones.

El nuevo presidente no es el nuevo papá/marido/presidente dador de privilegios, prebendas y sobornos.

El camino es empedrado, vertical y tiene muchos laberintos. Lo hermoso de todo eso es llegar a la cima, probar que una sí puede y mirar sin añoranza lo que dejó atrás.

Llegar a la cima es posible. Como a mí, a muchas personas las crisis le sirven para crecer, para tirar a la basura viejas rutinas, cotidianidades sofocantes, funestas compañías, malos hábitos y peores elecciones.

Henriette Faber, el entrañable personaje de “Mujer en traje de batalla”mientras guarda prisión, pelada, vejada y humillada en Santiago de Cuba, se dice para sí que en realidad la traición de los cubanos a ella la ayuda a crecer, que se alegra de ser desterrada de los dominios españoles y que Cuba y sus islas adyacentes tienen muchas culpas que purgar por ese pasado colonial y negrero basado en la sacarocracia.

Sólo cuando una mira la vida como un interminable viaje, sólo cuando una aprende a crecer con las traiciones y el desamor es cuando alcanza estatura de ser humano y gana como premio mayor el privilegio de vivir hasta el último soplo de vida “en el Reino de de este mundo”.

Valdría la pena, en esta hora incierta del país y en lo que de doloroso nos espera como pueblo repetirnos ese final de excepción de “El Reino de este mundo” de Alejo Carpentier cuando el viejo esclavo Ti Noel comprende que: “La grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este mundo”.

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