A mi padre

A mi padre

CARLOS VICIOSO
Era de nuevo navidad. Y la ciudad bullía entre luces, y guirnaldas multicolores, presagiando ya el inicio de las festividades non sanctas de fin de año. El trahín era inenarrable. Los atascos en las vías -de agora cual si megápolis en ciernes- trastocaban hasta al más ecuánime de sus autotranseúntes y viandantes, de cara al mundanal jolgorio que acogotaba a esta era.

Era su Santo Domingo vertical de las trincheras. Don los fuegos de artificio, y las luces de Bengala, que perturbaban los cielos, entonces no le intimidaron. Su voz de vate insondable «que empezaba donde acababa el invierno, y moría sobre un lento rocío, como un niño, apenas tocado por el tiempo», retumbaba aun en la conciencia de la patria. Remontábame así al glorioso abril de las galeras irredentas, donde aquel, y otrora co-autor de mi psiquis, debatíase irrefrenable de cara al norteagresor que interventaba. Yo aun no veía la luz del mundo, más de ya temíale sin remientes.

Tal, aun recuérdole como si ahora. Taraqueando su Remington obsoleta, en inacabable laborío tras la cruda fragua del devenir. Y en ascuas. Diminuto, yo le observaba. Minucioso. Deslindando titulares en mayúscula, y negrita. Contorneando figurillas, en azul, rojo, o violeta. Entre fotos, y legajos de papeles, y virutas de «ujú» no emponzoñado. Destrozando mil letrillas en itálica, e ilegibles, de una crónica y no rosa y genocida, más orácula.

«La ciudad ya no asomábase sin más a las vidrieras», murmurose…

Sin embargo,… érase de nuevo navidad. Y aún recuérdole como si ahora. Entre volutas de humo. Y ufff!, tras sus gafas recortadas, y entreoculto. En su credensa de siglos. Carraspeando cuasi occiso la lujuria de sus sueños. Con la mirada perdida en lontananza. Junto al mar. Junto a su Clelia. Junto a su pueblo. Apelándose a un nirvana prodigioso que rehilvanara sus trazos, cuasi jeroglíficos, y en veces ininteligibles, de su historia aun no contada.

Sí. Aun le recuérdole como si ahora. Papá, Tio Papo o Don Abelardo, como le conocíanle todos. Vicioso en su afán. Y acucioso -más que ocioso, o enjundioso- en su avatar irredento en pro de la humanitud, y de sus mentidores, y ay! de sus luces, y non sombras.

Gladiador de mil contiendas. Pluma imbatible de fierro acrisolado y heroico. Alma noble, e insoslayable. Siempre al servicio de los mejores y más altos intereses del hombre. Padre abnegado. Hijo ejemplar. Ciudadano íntegro y siempre dable y respetuoso. Tolerante, y recíproco al resquiebro. Alegre, y siempre ufano en el menester de las farras.

Hoy, bajo el abeto de plástico nórdico, y junto al singular nacimiento donde habrá de nacer esta noche el salvador del mundo, encontraremos de cierto y al unísono su legado de amor, de ternura, de esperanza, y de trabajo con que siempre nos guió.

Su memoria, y su ejemplo, pervivirán para siempre entre nosotros.

«Retiraos, que va a pasar el Hombre por la tierra! Recoged vuestras cosas, vuestras palabras sucias. Apartáos, que os va a cegar la luz»…

Era de nuevo navidad.

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