A mis hermanos de Puerto Rico

<p>A mis hermanos de Puerto Rico</p>

LEANDRO GUZMÁN
El tema de los llamados “indocumentados” se ha globalizado. Está especialmente vigente en países que comparten fronteras con otros, pero también en algunas islas donde un mayor desarrollo incita a ciudadanos a abandonar sus países de origen para llegar a ellas, no importa la forma, con el propósito de obtener un mejor bienestar económico.

Las soluciones planteadas para enfrentar la ola de indocumentados, especialmente en los Estados Unidos, están en permanente debate, sobre todo ahora que se construye un kilométrico muro en parte de la frontera mexicana. En cuanto al aspecto represivo, es mejor ni hablar, pues de todos es conocido el impacto de las redadas contra indocumentados en territorio norteamericano, con la consiguiente división de las familias.

En Puerto Rico también el tema está caliente, debido a la realidad de que a sus costas llegan frecuentemente decenas de dominicanos que arriesgan sus vidas en yolas, todos con la meta de trabajar allí o utilizar la isla como puente para un eventual traslado a los Estados Unidos, donde aspiran a hacer realidad el llamado “sueño americano”.

En un reciente viaje a Puerto Rico, a propósito de los homenajes de reconocimiento que me rindieran la Universidad Interamericana, además del Senado, la Cámara de Diputados, el Ayuntamiento de Juncos por la libertad y la democracia en la República Dominicana, pude comprobar la necesidad que tienen los puertorriqueños de mano de obra con experiencia en cuestiones agrícolas. Ellos necesitan gente para labrar la tierra y recoger café, tareas que los puertorriqueños, igual que los dominicanos con respecto a la caña, no les gusta realizar.

Se abre así una magnífica oportunidad para que el Gobierno dominicano gestione con el de Puerto Rico un acuerdo mediante el cual campesinos de nuestro país vayan a trabajar a esa isla, con contratos de trabajo garantizados. Los empleadores garantizan un salario de ¡mil dólares mensuales!, cifra que llevada a pesos dominicanos representa unos RD$32,000. ¿Hay algún campesino dominicano que gane esa suma en nuestro país? Personalmente lo dudamos, excepto que se trate de un campesino adinerado, que pone a otros a trabajar.

El alcalde de Juncos, Alfredo Alejandro Carrión, me sugirió que el Gobierno dominicano debería gestionar con Washington un acuerdo de manera que los campesinos auténticos de nuestro país, aquellos que realmente desean trabajar, puedan hacerlo en Puerto Rico sin ninguna dificultad, tal como existe uno entre el Estado norteamericano de San Diego y México. Campesinos mexicanos trabajan legalmente en la agricultura y otras actividades colaterales, con la ventaja de que pueden viajar libremente a su país sin restricciones. Eso mismo harían los campesinos dominicanos si es que se concreta un acuerdo similar, pues todo se facilita al existir un ferry que viaja semanalmente a la República Dominicana.

Es de todos conocido que la agricultura de Puerto Rico afronta serias dificultades por la escasez de mano de obra. Muchas autoridades puertorriqueñas temen que pueda llegar un momento en que Puerto Rico se vea obligado a importar todos los alimentos derivados del campo, lo que los haría encarecer al tiempo que desaparece la agricultura.

En momentos en que las autoridades de nuestra Nación afirman estar empeñadas en crear nuevos empleos, creemos que valdría la pena que el Gobierno explore la posibilidad de un acuerdo como el sugerido por el alcalde de Juncos, que de paso daría lugar a un ingreso adicional de divisas que tanto necesitamos.

Muchos dirán que lo ideal sería que las fuentes de trabajo se originen en el campo dominicano, pero desgraciadamente todos sabemos que las tareas agrícolas son muy mal remuneradas, pues predominan salarios de hambre, lo que da lugar a un éxodo hacia nuestras ciudades, con la consiguiente creación de villas de miseria y demanda de servicios que el Estado no está en capacidad de satisfacer a plenitud.

Aprovecho la oportunidad para felicitar a la licenciada Viviana Díaz Saviñón, dominicana de pura cepa, que mantiene un programa de radio y una oficina dirigida por ella que ofrecen orientaciones gratuitas a aquellas personas con problemas de documentación, principalmente para residir legalmente en Puerto Rico.

Se trata de una excelente labor, pues poca gente dedica su tiempo a trabajar gratuitamente para otro, pero sobre todo a favor de una comunidad de dominicanos que crece cada día y que, por su condición de indocumentados, vive en tensión ante la posibilidad de arrestos y deportaciones masivas.

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