A partir de mañana

A partir de mañana

La inercia es la tendencia que tiene todo cuerpo a mantener el estado en que se encuentra, ya sea de reposo o movimiento. Ese cuerpo tenderá a conservar su estado hasta que una fuerza exterior actúe y lo obligue a cambiar. Este concepto de la física representa lo que podría suceder ahora que una nueva Administración ocupa la Casa Blanca en Washington.

Por el hecho de que se cambien los dirigentes que administrarán Estados Unidos, un país sumamente institucionalizado, no modificará de inmediato las tendencias asumidas durante los años recientes. No obstante, resulta interesante observar que, con las enunciadas intenciones del presidente Barack Obama de modificar algunas orientaciones, basta para empezar.

Esperemos que el flamante gobernante entienda cuál es la situación de América Latina, en particular el Caribe, ahora que comienza el año 2009. Lo primero es que debe tratar de recuperar la confianza de los pueblos del continente, tan disminuida últimamente por los desmanes de Bush. Luego de una tradición de abusos y opresión disfrazados de lucha contra el europeísmo, el comunismo, el narcotráfico y el terrorismo, la credibilidad de la poderosa nación ha descendido a los más bajos niveles. ¿Cómo se reparan tantos años de desigualdades, de golpes de Estado, de apoyos a dictaduras y oligarquías implacables y codiciosas, auspiciados por Estados Unidos?

Obama tiene la oportunidad histórica por excelencia para mejorar las relaciones con América Latina aunque el continente no esté entre sus principales prioridades. Debía convertirse en aliado de los latinoamericanos más que en opositor a los cambios que se están dando en el continente. Nunca debe olvidar que los gobiernos progresistas que ahora predominan surgieron en rechazo, precisamente, al modelo económico neoliberal que les impuso Estados Unidos desde los años 1980.

Los dirigentes que han surgido en años recientes en América Latina no son fanáticos extremistas, como los ha caricaturizado Bush. Son, más bien, ejemplos de la búsqueda del cambio, tal como proclama para su gobierno el ahora Presidente de Estados Unidos. El gran país del Norte debe negar el bushismo y cesar la lucha contra el cambio social y contra la esperanza colectiva latinoamericana. Más bien debía apoyar los movimientos en defensa de los derechos humanos, en vez de respaldar a gobiernos anti populares como ha sido la costumbre. Obama debía comprometer a su Administración con un firme apoyo a los derechos constitucionales y negar la impunidad a los prevaricadores y terroristas que ocuparon la Casa Blanca desde ocho años atrás.

En particular, los países del Caribe insular latino, Cuba, Haití y República Dominicana, debían disfrutar de relativa atención. Las características sociales, económicas y políticas de estos tres países obligan a Estados Unidos a trazar líneas completamente diferentes para las relaciones. Estas naciones han sufrido reiteradas intromisiones militares y económicas de  Estados Unidos a lo largo de su historia. Cada una de esas acciones punitivas dejó como herencia gobiernos dictatoriales y despóticos que frustraron cualquier intento de progreso democrático.

República Dominicana, gobernada actualmente por políticos que han demostrado coincidir más con Bush que con lo que podría intentar Obama, sufre problemas muy particulares debido a un capitalismo tardío, deformado por una politiquería degenerada y corrupta que ha permitido al narcotráfico y a la delincuencia entronizarse como un gobierno paralelo. Es probable que la política exterior con  relación a nuestro país no tenga prioridad, comparada con la atención que Estados Unidos parece  dará a Cuba y a Haití. Perjudican al gobierno dominicano las acusaciones internacionales sobre maltrato a los emigrantes haitianos. No obstante, Obama podría dar un primer paso de acercamiento si enviara a un diplomático de carrera a  la embajada estadounidense en Santo Domingo.

En los once años recientes han ocupado esa legación  algunos politiqueros de oportunidad que se han aprovechado de ese cargo en perjuicio de la economía dominicana. Definitivamente, si  Obama quiere reorientar las relaciones  con Cuba, Haití y Dominicana, debe trazar una política particular como forma de limitar las perniciosas imposiciones unilaterales estadounidenses en el Caribe. Y, por alguna vez en la historia, forjar relaciones más  respetuosas.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas