A pito y tolete

A pito y tolete

FEDERICO JOVINE BERMÚDEZ
El Ejército Nacional se creó en el instante en que, Ramón Matías Mella, al verse abandonado por el tímido procerato capitaleño, descerrajó el primer cartuchazo al pie de la muralla del 27 de febrero de 1844; no bien se había extinguido en la dramática oscuridad de la noche, el eco del estampido, los dominicanos, en pie de guerra, movidos por el calor del heroísmo dimos nuestros primeros pasos ciudadanos, en la conformación de nuestras primeras fuerzas armadas.

Luego, vendría la creación a base de levas y voluntades, de un ejército que opuso su pecho heroico al avasallante ímpetu de las fuerzas haitianas, derrotándolas una y otra vez, bajo el mando de oficiales creados bajo el mismo fragor con que la historia había permitido la creación de una Patria. Desde entonces hasta acá cada vez que un mandón, léase Santana, Báez, Heureaux o Trujillo renueva el parque militar de nuestro ya atípico ejército, ahí mismo sale el soldadito de turno con su casaca llena de oropeles, a cantarle loas al (re) creador (de turno) del ejército.

Pero estas son verdades sin destinatarios, por cuanto en estos 48 mil kms. de país que nos gastamos, además de la iguana, la jutía y el chinchilín, se reproduce en libertad un nuevo género de bípedo, «los generales en retiro», cuya población en constante ascenso se ha convertido en endémica, pero que al estar dividida en sub-géneros se conoce por las marcas que tienen adheridas en los hombros.

Algunos ejemplares poseen características de mal genio; otros se han acostumbrado a recrearse en la sombra de alguna bien provista marquesina, barra de club o finca de crianza animal, donde siempre subsisten, hasta que un día el vientre no se estira más, y terminan colocados en un recargado ataúd con los pies hacia delante, apuntando siempre al cementerio luego de que les sea tocada La Cumparsita. 

Son tantos, que hicieron que nos olvidáramos de los que sí contaron para la creación de la patria. Los de Azua, Santiago, El Memiso, Sillón de la Viuda, Santiago, Puerto Plata, las llanuras del Este, La Barranquita y tantos otros lugares donde la espada heroica de los dominicanos espejeó bajo el sol, como un luminoso sendero que nos llevaba hacia la gloria. En el pasado reciente, una general (r) de los de ahora, fue acusado por una familia de Elías Piña de haberlos despojado de unas tierras, cuyo título de propiedad original fue librado a favor del legendario y epopéyico general Valentín Alcántara, y pienso que solo ahora en esta época de plena democracia, es posible que alguien pudiera arrebatarle propiedades a aquel gigante, que si consiguiera levantarse de su tumba con el sable en la mano, qué no haría con el pobre generalito de hoy, víctima de tal acusación.

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