Quien se tome la molestia de aguzar el oído donde haya mucha gente reunida: un autobús, un centro comercial, escuchará opiniones desesperanzadas y pesimistas; con frecuencia expresiones irritadas cargadas de agresividad retenida. Mujeres y hombres, jóvenes y viejos, son críticos deslenguados del estado de cosas que prevalece en la República Dominicana. Se quejan del costo de la energía eléctrica, de las suspensiones prolongadas del servicio; también de los abusos que cometen los encargados del orden público. Los burócratas de algunas oficinas del gobierno se complacen en poner dificultades a las personas que gestionan documentos, permisos, certificados. Hay funcionarios que gozan haciendo esperar a los demás.
Estos tipos sienten que son seres superiores, personas que no tienen nada que ver con los hombres ordinarios como nosotros. Algunas veces estas explicaciones van acompañadas de malas palabras o de insultos personales. En ocasiones los improperios brotan después de mencionar nombres y apellidos. No siempre estas quejas son justas; pueden ser exageradas y pasionales; sin embargo, el conjunto de ellas procede de un fondo verdadero e indiscutible. Descontado el hecho de que las informaciones disponibles sobre enriquecimiento ilícito siempre son incompletas, la gente acierta en lo fundamental. ¿De dónde sacó para construir esa mansión y comprar ese carrazo?
El resentimiento ordinario aparece descrito en la Biblia, es algo normal en cualquier sociedad; como otras muchas debilidades humanas, suele aumentar o disminuir según las circunstancias reinantes. Actualmente es visible entre nosotros un incremento de la inconformidad y del resentimiento. Se expresa entre los de abajo, que se sienten vejados o disminuidos por los de arriba; paradójicamente, también es perceptible en aquellos que están en autoridad. Pretenden humillar o apabullar a quienes deben dirigir o mandar.
La impotencia de los ciudadanos ante la delincuencia generalizada se manifiesta amargamente; lo mismo ocurre cuando la gente se refiere a los dirigentes de los partidos políticos. ¿Es cierto que los pueblos merecen los gobiernos que tienen? Los gobernantes salen del mismo pueblo que los sufre, afirmaban muchos sociólogos del pasado. ¿Estamos en camino de no merecer a nuestros líderes? La reforma fiscal aprobada por el Congreso es el tema del que se habla más enfáticamente. La atmósfera social dominicana está dominada por la frustración.