A PLENO PULMÓN

<P>A PLENO PULMÓN</P>

Cada vez que topaba con aquel sujeto desaliñado siempre me decía: usted debe escribir la historia del viejo flaco que usaba la linterna de diez pilas. –¿Usted lo recuerda? él sacaba las pilas gastadas de su linterna y las regalaba a niños. A los niños pobres que éramos nosotros entonces; unas simples pilas inservibles eran juguetes apreciados.  Obsequiaba objetos sin valor alguno a niñitos “con poquísimo valor social”.  ¡Nos entregaba diez pilas “Eveready”! Unas las usábamos como rodamientos para una caja con tapa corrediza; a otras les extraíamos los carbones para enrollar sobre ellos alambre de cobre; podíamos presentar en la escuela esos electrodos como parte de “las artes manuales”.

 –¿Qué importancia tiene este viejo para que haya que escribir su historia? –Tenía el foco para iluminar el zaguán de su casa; él vivía en el segundo piso de una casa imponente que llamaban “de cemento armado”.  El cemento y el acero lo habían traído de Alemania; aquí no se producían ninguna de las dos cosas.  Este viejo rutinario almorzaba siempre a las 12:30, en un “boarding” de la ciudad colonial de Santo Domingo, cerca de la Iglesia de Las Mercedes.  Me parece estar viendo sus manos flacas desatornillando el foco para cambiar las pilas: la piel arrugada, venas moradas gruesas, muchísimos lunares negros y color café.

 –¿Por qué dices que el viejo iluminaba su zaguán con el foco? –Sí, así es; a veces dormían pordioseros debajo de las escaleras; claro está, llegaban cuando todo el mundo se había acostado, ya apagadas las luces.  Pero a don Anselmo le gustaba espiar a los novios y amantes que se refugiaban a prima noche en el vestíbulo.  A veces los sorprendía encendiendo su foco de diez pilas en momentos en que había faldas o pantalones en el piso.

 –¿Ese viejo nunca se casó? –No se casó, pero la dueña del “boarding” aseguraba que don Anselmo tenía una colección de “postales francesas” con mujeres en ropa interior; contaba que en algunas postales las mujeres aparecían “en poses insinuantes” y que las fotografías eran color sepia.  –¿Para qué necesitaba la linterna en el zaguán, si conservaba las postales? –De noche el viejo miraba también las postales con la linterna.

Publicaciones Relacionadas