La tripleta triple
Las familias dominicanas de la clase media subsisten a base de esfuerzos triples. Deben tener previsiones triples, gastos triples, preocupaciones triples. Primer ejemplo; toda casa modesta, de cualquier urbanización, necesita dotación triple para el servicio de agua: cisterna, bomba y tinaco. Sin estas tres instalaciones el inquilino de la casa no podría bañarse ni lavar la ropa. Las irregularidades en la distribución de energía, las subidas y bajones del voltaje, las interrupciones del flujo de agua, nos condenan a comprar cisternas, bombas y tinacos. Y se nos dice que la cosa es así, que no hay más remedio que mantener trabajando un acueducto propio.
La imposibilidad de controlar la delincuencia es otro asunto que nos conduce, como si fuéramos halados por un narigón, a las previsiones triples. Todos los días los ladrones, asaltantes, violadores, son el centro de crónicas de periódicos, de informaciones radiales. Una casa enrejada que no disponga de candado, alarma y guachimán, debe considerarse incompleta, carente de los enseres y servicios indispensables para esta época de impunidad y descaro. Pero el miedo y la intranquilidad no desaparecen después de poner los candados, alarmas y guachimanes.
Sin embargo, la terna más importante no es cisterna bomba tinaco; ni tampoco candado alarma guachimán. Nada de eso. La gran tripleta surge de los problemas de nuestro sistema de electricidad. En este campo cenagoso, lleno de injusticias, frustraciones, dispendios, es donde los esfuerzos triples son más costosos. Una casa cómoda y bien provista, ha de contar con instalación trilliza: Edes contador planta eléctrica inversor. Cuando suspenden la energía, entra el inversor; si el apagón fuera muy prolongado, entonces el inversor podría recargarse con la planta de emergencia.
Existen muchísimas otras tripletas menores cuya mención aplazaremos para la próxima semana. Lo único importante es destacar el cuantioso gasto y el grandísimo volumen de las inversiones que realiza un dominicano promedio para sobrevivir malamente. Partiendo de una estimación de precios conservadora, para cada equipo, y con la simple operación aritmética de multiplicar por tres un tercio de la población dominicana, y volver a hacerlo por tres dos veces, sabremos cuánto dinero nos cuestan estas tripletas ruinosas. Una pesada carga económica sobre el lomo de un pueblo pobre.