A PLENO PULMÓN

<P>A PLENO PULMÓN</P>

 Los deportistas se imponen metas, objetivos que deben alcanzar mediante sucesivos esfuerzos disciplinados.  Es lo que llaman “entrenamiento”.  La palabra griega de la que procede “ascetismo” quiere decir “entrenamiento”.  Muchos atletas son ascetas de su deporte específico.  Hay ascetas de la natación, del levantamiento de pesas, de campo y pista.  Pero el ascetismo no es asunto exclusivo de religiosos o deportistas.  Los trabajos y empeños del asceta están conectados directamente con su vocación.  La constitución física, y las capacidades intelectuales, inclinan a este o aquel oficio profesional. Es verosímil que un hombre delgado y de baja estatura prefiera ser “jockey” antes que futbolista.

 Hay hombres dotados de condiciones excepcionales para tocar instrumentos musicales; otros sienten insaciable curiosidad ante los enigmas de la naturaleza.  Pianistas, violinistas, físicos, químicos, son sujetos impulsados por una vocación incoercible.  Las facultades personales constituyen perpetuos reclamos íntimos; por eso optan por realizar “los trabajos de Hércules” para desplegar sus personalidades y llevan a plenitud las respectivas vocaciones.  El entrenamiento o ascetismo es un camino que les conduce al triunfo, a la concreción “definitoria” de sus vidas.  Ese impulso vocacional, el continuo ejercicio ascético, dan a estas existencias un carácter misional.  La realización propia es, al mismo tiempo, un servicio a los demás.

 Los monjes medievales creían que los sacrificios de su clausura y reiterados rezos eran útiles para su salvación y para la de los prójimos.  Del mismo modo, algunos artistas, poetas, escritores, suponen que sus trabajos son frutos personales y también alimentos que deben asimilar otras personas.  Su “cosecha”, artística o intelectual, ha de ser compartida.  Enfermos, encarcelados, en circunstancias económicas de gran estrechez, continúan haciendo su trabajo con dedicación rigurosa.  Hacer lo que hacen es “la razón de sus vidas”.

 Esa actitud de entrega total a un menester no siempre bien remunerado, a menudo mal comprendido o abiertamente burlado, no es fácil de entender.  Se ha dicho de muchos escritores y artistas que fueron hombres obsesionados por manías, pasiones enfermizas y otras perturbaciones. En esta lista están incluidos: el poeta Rainer María Rilke, el escritor Franz Kafka, el pintor Vincent Van Gogh.  Los ascetas deportivos crean devociones, seguidores; en cambio, los ascetas artísticos apenas son recordados por unos pocos.

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