A PLENO PULMÓN

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Un estudiante bizco

Mientras cursaba la escuela primaria conocí a un joven muy inteligente que usaba unas gafas obscuras.  Sus compañeros de clase le decían a cada momento: “quítate esas gafas; en esta aula no penetra el sol”.  A veces el muchacho los complacía y guardaba las gafas en una caja de lápices.  Entonces quedaba aclarado el motivo de llevar gafas ahumadas a toda hora: el estudiante era bizco.  Todos lo miraban cuando hacíamos la fila, en el patio del colegio, antes de entrar a clases.  Tan pronto nos sentábamos en los pupitres algún niño preguntaba: ¿para qué necesitas esas gafas negras aquí?

 La madre de aquel estudiante le recomendaba ponerse las gafas para evitar que el polvo le irritara el ojo torcido.  Le decía: “no te estrujes el ojo con las manos sucias; puedes agarrar una conjuntivitis; es mejor que te quedes con las gafas puestas en la escuela”.  La madre sabía que debía protegerlo de la malignidad burlona de sus compañeros de estudio.  Pero es difícil escapar de las presiones de un grupo que te rodea todos los días.  Las bromas pesadas de los niños son más perniciosas que la conjuntivitis.  El más alto de ellos, jugador de “basketball”, opinaba en voz alta: “seguramente él cree que la maestra de lenguaje tiene cuatro tetas”.

 Otro muchacho preguntaba enseguida: ¿es verdad que tu ves doble las cosas? Ocultar la bizquera despertaba el interés por “denunciarla” o pregonarla.  Al principio, el muchacho se sentía infeliz por ser bizco y adolorido por las continuas burlas y pullas.  Un día, cierto estudiante de un curso “más elevado”, vecino de la casa del bizco, le aconsejó: “diles que tu todo lo ves doble; que eso te permite estudiar en dos libros a la vez”.

 Después de este “consejo”, el bizco estudiaba cuidadosamente las lecciones de cada día; explicaba, detalladamente, frente a los maestros y a sus compañeros, la conjugación de los verbos, la “historia patria”, la “regla de tres”, los números primos.  El bizco obtuvo las mejores notas y el aplauso del supervisor escolar.  El bizco es “un bárbaro”, empezaron a comentar los mismos que le pedían quitarse las gafas en el aula.  Rezongaban: “ese pendejo ve el doble que nosotros”.

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