A PLENO PULMÓN

A PLENO PULMÓN

Necesitamos nuevos políticos que enriquezcan el liderazgo nacional.  Los líderes nunca son muchos, pues las facultades requeridas para serlo son “escasas en la naturaleza”.  No todo el mundo tiene buena voz para decir discursos; ni orden mental para desarrollarlos; ni voluntad para trabajar sin ver “resultados inmediatos”.  Los lideres políticos son individuos con “poder de persuasión”, dotados de la capacidad de organizar a los demás para alcanzar tales o cuales fines.   En realidad,  los lideres son “tipos raros”  que tienen la vista fija en objetivos que los demás no perciben claramente.  Ha sido así desde la época de Moisés.

 Pero los activistas sociales que “acompañan” a los lideres políticos de primer orden “se dan” en mayor número.  No me refiero a las legiones de aduladores que persiguen a un líder; hablo de aquellos que le ayudan a gobernar todos los días; hombres que pueden ser duros, flexibles, rutinarios, impredecibles, clementes o implacables.  Un gobernante necesita hombres a su lado para “toda clase de desempeños”.  A los “rudos” no es correcto encargarles misiones diplomáticas.  Saber escoger las personalidades para cada cargo es “habilidad especial” de los hombres de Estado.  En cada sociedad “el hombre apropiado” es distinto; los “requerimientos” colectivos varían de una cultura a otra. 

 Así como en el mundo académico existen carreras de “técnicos medios” y profesiones de “alto nivel científico”, en la política hay dirigentes “intermedios” y lideres carismáticos “a todo meter”.  En el sector de los ayudantes “de campo y pista” es necesario introducir algunas políticas “de fomento”.  Las “escuelas de cuadros” se utilizaron desde los tiempos de Duarte, quien llevó a los trinitarios a recibir clases del padre Gaspar Hernández.  Juan Bosch estableció los “círculos de estudio”.

Para que ese esfuerzo pedagógico rinda frutos es obligatorio evaluar las aptitudes propias de los estudiantes.  La vocación se considera algo esencial en las artes, la literatura; pero no así en otras actividades laborales.  Los nuevos activistas sociales deberían ser, psíquicamente, mezclas de “boy-scouts” con paranoicos  y frailes benedictinos.  Los niños exploradores tienen vocación de servicio público, están llenos de curiosidad, pueden actuar “en equipo”; las ideas fijas “paranoides” no siempre son perniciosas; y si trabajaran como monjes serian admirables híbridos de tres piezas.

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