Piel: Color permanente
Las guerras raciales no tienen remedio ni desenlace. Los blancos no pueden tiznarse ni los negros decolorarse. Podemos pelear una guerra contra los terratenientes o contra los capitalistas. En estos casos los conflictos podrían terminar con la apropiación de unos bienes. Antes de saber quienes tienen razón, podemos pronosticar que el desenlace es técnicamente posible. No ocurre así con las guerras raciales, que pueden prolongarse por los siglos de los siglos. Todas las personas que movidas por pasiones excitan a la guerra racial están prohijando una absurda lucha sin fin. Pudiéramos decir, en sentido figurado, que contribuyen a que no acabe nunca la esclavitud, a que se renueven odios secesionistas. La piel no puede ser confiscada.
La esclavitud es una de las más espantosas instituciones humanas. Algunos antropólogos consideran esta práctica como un estadio pretérito de la cultura. Los blancos esclavizaron blancos y los amarillos esclavizaron amarillos; la Gran Muralla de China se construyó para defenderse de la amenaza de ser esclavos de los mongoles. Pero los blancos que fueron esclavos ya no se distinguen de sus verdugos. La esclavitud de los negros fue un negocio en el que participaron tribus negras. Reyezuelos de África hacían cacerías para atrapar gentes de otras tribus, que vendían luego a los mercaderes blancos. Ahora, con motivo de la Conferencia Mundial Contra el Racismo, ha salido a relucir que las ciudades de Bristol y Liverpool se desarrollaron por la esclavitud.
El gran Thomas Jefferson llamó a la esclavitud institución peculiar. No cuadraba con ninguno de los enunciados de la Declaración de Independencia de los EUA. Esta expresión pudorosa del tercer presidente de los EUA no impidió que Lincoln proclamara su abolición. La esclavitud ha sido rechazada hasta por los propios beneficiarios. Pero los prejuicios raciales no pueden ser abolidos de un plumazo.
Un siglo después de la abolición, la segregación racial continuaba en los EUA. Las escuelas dominicanas están integradas. Negros, blancos y mulatos, acuden a las universidades, restaurantes, lugares públicos. Tenemos diputados, senadores, generales, catedráticos, presidentes y ministros, de todos los colores. En el largo camino de la integración racial hemos avanzado más que muchísimos países. (Apartado #2 del ensayo Antillas birraciales, de F.H.G., publicado hace unos doce años).