A pleno pulmón

A pleno pulmón

Comprimido histórico

Caudillismo, brutalidad y marrullería, han sido tres constantes en la vida política dominicana.  La intervención militar norteamericana de 1916-1924 aplastó o desarmó gran parte de los viejos caudillos; Trujillo eliminó unos pocos restantes: Desiderio Arias, Cipriano        Bencosme. La historia             reciente, la que hemos vivido tras la muerte de Trujillo, la conocen todos o casi todos los dominicanos.  A partir de 1961 empezamos un experimento democrático del cual surgieron tres líderes políticos: Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez.  Los tres fueron distinguidos oradores, cada uno con su estilo particular; los tres arrastraban multitudes; los tres suscitaban pasiones encontradas.

 Lo que no puede negarse es que estos líderes carismáticos se repartieron durante mucho tiempo las preferencias del electorado dominicano; ellos influyeron decisivamente –hasta el día en que murieron- sobre la sociedad dominicana. Peña Gómez no llegó a dirigir el Estado; Juan Bosch gobernó sólo por un breve periodo.  En cambio, Balaguer alcanzó la extrema ancianidad siendo Presidente de la República.  Ni la ceguera, ni la invalidez le impidieron ejercer el poder.  La proverbial astucia de Balaguer procedía de su entrenamiento en la espantosa escuela del trujillato, donde cualquier error podía significar la muerte.  En uno de sus libros, Balaguer recomienda no dejarse llevar por “candideces líricas y efusiones sentimentales”.

 Juan Bosch, a pesar de sus experiencias políticas en Cuba, nunca conoció desde dentro una maquinaria política como la del Trujillato.  Sin embargo, fiel a la tradición dominicana de marrullería, difundió por radio una sentencia que afirma: “la última maña no se enseña”.  Los líderes mencionados no eran hindúes; pertenecían íntegramente a la cultura dominicana; participaban de sus prejuicios, creencias, supersticiones, de sus costumbres y aberraciones.  Los mismos asuntos que los hacían atractivos para las masas, han servido para prolongar nuestras debilidades.

 De una manera o de otra hemos seguido imitando a líderes muertos: Trujillo, Balaguer, Bosch, Peña Gómez.  Podríamos volver a enterrarlos, con honores y comprensión histórica; incluso con agradecimientos oblicuos; para comenzar una “nueva era de organización” colectiva.  El número de vehículos que transita por calles y carreteras, la población creciente de dominicanos, la cantidad enorme de comida que necesitaremos para alimentarnos, nos empujan  “a la organización”.  De lo contrario, no habrá democracia.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas