A pleno pulmón

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El horno de la ciudad

Los hombres de hoy sobrevivimos en una maraña social; se compone de desorden administrativo, crisis monetarias, crímenes por encargo, escándalos financieros.  En medio de escasez de empleos y recursos para la inversión, pretendemos vivir en grande, disfrutar en grande y pensar “en pequeño”. 

Los políticos, en todos los países, proponen medidas que terminan agravando las situaciones que intentan remediar.  Unos aspiran a cobrar nuevos impuestos, otros recurren a la venta de certificados de deuda pública; con los “ingresos” de esos nuevos compromisos “incrementan el gasto” y acumulan deudas de mayor tamaño que las anteriores.  Hay dirigentes políticos que prefieren reducir las pensiones de los ancianos, eliminar “empleos innecesarios” o hacer “recortes” presupuestarios.

En todos los casos la gente se siente atrapada y “sin futuro a la vista”.  Esa sensación de impotencia conduce a muchos a la “aceptación del delito”.  Algunos “medios de subsistencia” han de ser negocios ilícitos.  Esas “empresas”, además de informales, podrían volverse clandestinas o subterráneas. 

Los barrios de los bordes de las ciudades son,  paradójicamente, más “calientes” que el centro del horno.  Allí opera el mercado menudo de la cocaína; es también el escenario de las redadas policiales; el  mundo donde los “agentes del orden público” se hermanan con los delincuentes y operan en común; reino de miserias y útero de todas las sublevaciones.

Ahora ha empezado a describirse artísticamente, a explorarse humanamente, a mostrarse en su horroroso esplendor.  El barrio marginal es el dogal dantesco que acogota la existencia de millares de hombres compelidos a regresar a la animalidad.  José Ángel Bratini, joven poeta premiado, nos invita a asomarnos a ese cráter.  En “El album-K”, escribe: “En el barrio todos son iguales debajo del sol y sobre el, son la estirpe pantanosa de una urbe que se precia de sus fracasos energéticos, crápula e instinto se enfurecen, las calles se derriten, arde el caucho negro de los neumáticos, humo, balas, bombas, la estampida”.

 “Esta es la ciudad de los muslos desnudos; ciudad narcótica de jerarcas y latifundios, hija primogénita de América, la siempre fiel, la más domada.  Así la hicieron para roer el metal de los espíritus, mitad San Juan, mitad Bongó”. ¿Versión antillana de “Las flores del mal” de Baudelaire?

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