A pleno pulmón

<P>A pleno pulmón</P>

Pasos a otros niveles

A partir de 1961 comenzamos a ensayar como vivir en un régimen pseudo-democrático, proto-democrático, o en camino hacia la democracia efectiva.  Con todas las debilidades que puedan mencionarse, este régimen –sin duda alguna- es menos humillante que la tiranía; pero es ruinoso y frustrante.  El sistema de partidos en la reciente etapa democrática de la RD ha funcionado con grandes deficiencias.  Hemos preservado, ciertamente, la libertad de expresión y difusión del pensamiento.  Gracias a ella los periódicos diarios, las emisoras de radio y televisión, han operado como instrumentos de vigilancia social, eficientes transmisores de hábitos democráticos. Puede decirse que “hemos tenido suerte”.

 El sistema de partidos mantuvo relativa eficacia mientras cada partido estuvo dirigido por un verdadero líder.  En momentos de crisis los líderes pactaban entre ellos, por encima de intereses particulares, pasioncillas individuales o aberraciones.  Sus poderes de persuasión constituían valores sociales disponibles frente a cualquier emergencia.  Balaguer, Bosch y Peña Gómez, podían dirigirse a la población dominicana y ser escuchados por los segmentos de la sociedad fieles a sus orientaciones políticas e ideológicas.  Al envejecer, enfermar o decaer, fueron suplantados por “ayudantes de campo”.  Esos tres líderes han desaparecido del escenario político del país.  Los dirigentes que les han sustituido proceden de los “organismos internos” de sus respectivos partidos.

 Teniendo todos los “méritos partidistas” y la “antigüedad en el servicio”, no siempre gozan del carisma, del atractivo personal imprescindible para movilizar a las masas y despertar adhesiones fervientes.  Pueden ser valiosos candidatos, buenos funcionarios administrativos;  pero no “conductores de multitudes”.  Algunos podrían ganar el crédito público suficiente para convertirse en auténticos líderes.  Necesitamos políticos nuevos capaces de exorcizar la tradición dictatorial que nos abruma.   Santana, Báez, Lilis, Trujillo, son fantasmas burlones que en los recodos de nuestra historia, sacan la lengua a la democracia.

 Es hora de que tengamos políticos interesados en que seamos una sociedad más productiva económicamente, menos injusta y mejor organizada.  El desaliento de los dominicanos, la estrechez económica, la inseguridad, son ingredientes de un caldo en el que hierve el descontento.  Ese descontento quizás haga posible la aparición de un nuevo liderazgo; y que de esa semilla surja la ansiada “transformación política”: el paso a otro nivel de convivencia.

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