A PLENO PULMÓN

A PLENO PULMÓN

Una historia metalosa

Con motivo de la renegociación del contrato de explotación con la empresa minera Barrick  Gold se ha puesto de moda hablar de los recursos naturales, de la conservación de la naturaleza. Anteriormente estos temas lo trataban unos pocos especialistas, algunas entidades como Fundación Progressio o Nature Conservancy. Gracias a Dios, ahora es un asunto de interés colectivo, con los consiguientes excesos, pasiones, desconocimientos. A pesar de todo eso, creo que los resultados finales serán beneficiosos para la sociedad dominicana.  Pero es más fácil luchar para que no se instale una fábrica de cemento en Los Haitises, que trabajar hasta ver funcionando una mina que produzca dinero.

 Y este es un punto básico para el futuro inmediato del pueblo y el gobierno dominicanos.  Hasta ahora hemos preferido endeudarnos internacionalmente, antes que producir bienes o exportar metales y otras substancias extraídas de nuestro subsuelo.  Un país con déficit fiscal no puede vender bonos “indefinidamente” para pagar deudas viejas con nuevas deudas. Debe producir riqueza, sea agrícola, industrial o minera.  La minería ha estado unida siempre al desarrollo de la civilización humana. Los periodos de la historia del hombre son llamados: Edad de piedra, Edad de bronce, Edad de hierro, según los materiales empleados para enfrentar “técnicamente” el problema de la supervivencia.

El aluminio fue uno de los últimos metales en ser extraídos de la tierra, pues no se da sólo en la naturaleza.  Sin este metal liviano la aviación no hubiera sido posible.  En épocas más recientes otros metales –ya en pleno uso industrial– han sido incorporados a la Tabla Periódica de los Elementos, para mayor gloria del químico ruso Mendeléiev.  ¿Qué sería de la tecnología contemporánea sin el metaloide llamado silicón? No habría circuitos impresos, ni computadoras, ni teléfonos celulares.

Es obligatorio “explotar” el planeta donde habitamos… con la finalidad de seguir habitándolo. Es claro que producimos daños ecológicos; es nuestra responsabilidad poderlos atenuar, compensar o reparar.  No debemos dañar las cuencas hidrológicas, la vegetación de las montañas, ni contaminar la atmósfera con gases venenosos.  Sin olvidar que el progreso técnico está íntimamente ligado a la minería, metálica y no metálica.  El desarrollo económico, artístico, monetario, de las grandes naciones, sería inexplicable sin oro y plata.

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