A PLENO PULMÓN

A PLENO PULMÓN<BR><BR>

Todo comenzó cuando leí aquel anuncio clasificado.  “Se vende casa construida hace cinco años.  Ensanche Ensueño, calle Colibrí #15.  Tres dormitorios. Procurar viuda Edelmira”.  Llamé un taxi para no dar vueltas inútiles buscando una dirección desconocida; ¿Calle Colibrí, dónde quedará eso? El taxista dijo que podía llegar sin problemas y rápidamente.  Al salir del automóvil miré la casa. Era un “chalet” de fachada agradable, pintado de blanco y azul grisáceo.  Estaba rodeado por un pequeño jardín que separaba la vivienda de la calle.  Parecía un lugar tranquilo de gente de clase media.  Pulsé el timbre y escuché un sonido estridente y ferroso como si hubiese frenado un tren.

 Una señora sonriente se asomó a la puerta. –Excuse usted el ruido del timbre; es que pongo música en la cocina y no oigo cuando llaman.  –¿Es la viuda Edelmira? –Sí señor, a sus órdenes.  La mujer estaba envuelta en una bata de baño blanca; tenía la cabeza cubierta por un gorro plástico. –Entre, siéntese; y perdóneme unos minutos para ir a vestirme.  Me senté en una cómoda butaca azul y esperé.  Edelmira apareció poco después con largo vestido color aceituna y el pelo recién peinado.  No era una mujer joven, pero lucía saludable.  Conservaba una expansiva gracia femenina que su naturalidad incrementaba.

 Esta casa es confortable, dijo; bien ventilada y clara.  El sol muere en aquella pared forrada de ladrillos.  No siento calor ni siquiera en verano.  Las cañerías son nuevas.  En el patio tengo flores, árboles frutales.  –¿Y por qué vende la casa? –Mi marido murió hace un año.  Él construyó esta propiedad; estuvo pendiente de todos los detalles.  Realmente, no necesito el dinero para comer; tampoco estoy enferma.  Es que ya no quiero vivir en el mismo ambiente donde él vivía.

 Mi marido trabajaba todas las noches en un documento “testimonial e histórico”, como él lo llamaba.  Guardaba sus papeles en la gaveta inferior del closet.  Después de su muerte, quise obsequiar sus zapatos a los padres claretianos para beneficencia.  Entonces encontré los escritos.  Así supe que me engañaba con una vecina; hasta con mi sirvienta.  Las primeras semanas no lo quería creer.  Le vendo la casa con esos papeles incluidos en el precio.

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