A PLENO PULMÓN

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Los lemas anticuados

En Santo Domingo todo el mundo presume de “revolucionario”.  Son muchísimas las personas que no desperdician oportunidad de manifestar su apoyo a las causas “políticamente correctas”.  Incluso trujillistas que fueron ultraconservadores, “partidarios” de Johnny Abbes y de la “mano dura”, declaran sin rubor sus simpatías por la “revolución cubana”, “enérgico rechazo al imperialismo yanqui” y, de paso, a “la oligarquía criolla”.  Del mismo modo, se muestran “favorables” a la cedulación de inmigrantes sin papeles, al matrimonio entre personas del mismo sexo.  Todo ello “por respeto a los derechos humanos y las libertades públicas”. Ellos, desde luego, no son “reaccionarios”, ni sostienen “ideas desfasadas”.

 Estas actitudes no significan nada importante, pues cada uno de nosotros puede presumir de altísimas habilidades: de ser experto  cazador de palomas silvestres, de ser un cocinero excepcional, de jugar a las cartas mejor que todos sus amigos, de ser un conquistador de mujeres irresistible; aunque estas afirmaciones no contengan “verdades verificables”.  Hay damas, entradas en años, convencidas de que aun despiertan en los hombres vivas pasiones amorosas.  Cada uno es libre para engañarse o tratar de engañar a los demás.  Simulación y pretensión son fenómenos humanos universales y permanentes.  Algunos trujillistas se disfrazaron de “izquierdistas”, después de 1961, para eludir la “repulsa popular”.

 Pero estos asuntos podrían clasificarse como “argucias para mejor vivir en tiempos de masiva publicidad”.  Lo que no es lícito, ni aceptable, es que en nombre de esa fingida “revolucionariedad” se nos obligue a tragar viejos “slogans”, como “patria o muerte” –para que los conflictos no tengan solución democrática-; o motes infamantes como “burgués reaccionario”, “enemigo del pueblo” –para descalificar a cualquiera que exprese opiniones diferentes de estos “clichés”.  Los problemas colectivos –económicos, políticos, de integración social- son siempre de difícil solución.  Las simplificaciones verbales no ayudan a organizar los medios para afrontarlos.

 Los “latiguillos” de extremistas y fascistas, socialistas y anarquistas, han sobrevivido a dos guerras mundiales y a severas transformaciones económicas.  Ya es hora de que empecemos a defendernos de “lemas” que entorpecen el pensamiento; que prolongan las propagandas demagógicas de Hitler, Mussolini, Stalin.  Nuestra época, de alta tecnología, de globalización del comercio, de información instantánea, exige que repensemos las realidades sociales con instrumentos más confiables.

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