A PLENO PULMÓN

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Histrionismo visceral

Muchos escritores “cultivan” el escándalo, adulan fotógrafos y periodistas; prodigan declaraciones públicas con cualquier pretexto.  En una época dominada por medios masivos de comunicación, de generalizada publicidad comercial, resulta explicable que todos quieran “dejarse ver” de la gente, “exponerse” a las multitudes y cosechar sus aplausos.  Ese es el aspecto exterior, ostensible, del éxito profesional.  Jean Paul Sartre acostumbró a los franceses a contar con sus opiniones políticas, sociológicas, literarias o filosóficas.  Los libros de “el rey del existencialismo” no son de fácil asimilación intelectual.  “El ser y la nada” es un complicado texto en tres tomos.  Sus novelas experimentales fueron escritos que causaron grandes  perplejidades en los lectores comunes.

 En cambio, las declaraciones a los periódicos eran directas, sin ninguna clase de ambigüedades.  Constituían expresiones filosóficas para uso del público en general.  Era habitual ver el rostro de Sartre, con pipa y anteojos, sobre reseñas noticiosas acerca de la Unión Soviética o la Guerra Fría.  Su mirada torcida acentuaba el carácter “profundo” de unas declaraciones sencillas.  El propio Sartre llegó a ser “más noticia” que la noticia comentada.  Este modelo francés de conducta intelectual, política y publicitaria, fue imitado en todo el mundo. Invadió  bajo el palio prestigioso de los pintores impresionistas, diseñadores de modas de vestir y perfumistas… todos franceses.

 Su rechazo del Premio Nobel en 1964 fue el puntillazo publicitario de su carrera de escritor.  Sartre estuvo a favor de la Revolución Cultural de Mao-Tse-tung, se solidarizó con la Revolución Cubana, con las protestas estudiantiles de 1968.  Polémicas con otros escritores, coloquios sobre la sexualidad, “sazonaron” su existencia como crítico literario y filósofo “contestatario”.  El valor de la “cultura francesa” es incuestionable; sus poetas: clásicos, malditos, simbolistas, parnasianos, surrealistas, son parte de la cultura universal.

 Lo mismo podemos decir de la historia de la filosofía, impensable sin Descartes, Bergson o el existencialismo sartriano.  La cultura francesa en su conjunto no puede ponerse en entredicho.  Pero las poses “escénicas”  de algunos de sus representantes deben ser cuestionadas. Malos ejemplos de hombres valiosos no tienen por qué ser imitados.  Esas frivolidades son mucho más frecuentes en Hollywood que en Oxford o  la Sorbona.  Es obvio que en Hollywood no hacen daño a la literatura.

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