A pleno pulmón

A pleno pulmón

Antonio Pedreira fue un escritor puertorriqueño, fallecido en 1939; escribió un celebrado ensayo titulado “Insularismo”. Pedreira estudió en ese libro los vínculos que existen en las Antillas, entre las culturas española, africana y taina. Trata de explicar cómo ha perdurado la “identidad” de los puertorriqueños, a pesar de la continuada presencia norteamericana en la isla desde 1898. Alrededor del espinoso asunto de la auto-percepción racial y la identidad cultural, está el tema del “aislamiento” de los habitantes de varios países del Caribe, entre ellos Cuba y República Dominicana. Se ha dicho siempre que “continente no es como isla”.

Los países “continentales” tienen fronteras entre sí; el comercio y el turismo permiten que los pueblos establezcan vínculos y puedan hacer comparaciones entre unos y otros. Esta referencia múltiple los libra del “solipsismo” que es propio de los isleños. La colonización de América comenzó en La Española. Vivimos en la “Ciudad Primada”; nuestro patrimonio histórico cuenta con la “primera catedral” y muchas otras primacías, arquitectónicas e institucionales. Muy ptronto los navegantes descubridores del Nuevo Mundo comprobaron el tamaño colosal del continente al que habían llegado; y también la pequeñez de las islas: un “inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol”, como afirmara Pedro Mir en su famoso poema.

La pequeñez, el aislamiento, el abandono de unos colonizadores en busca de la “riqueza continental”, contribuyeron a crear nuestra psicología social “insularista”. Cada dominicano siente ser “una isla”. Todos los días reafirma su personalidad diciéndose: “yo mismo soy”, los demás que me aguanten o “se vayan al carajo”. No solemos contar con los otros, con vecinos próximos, con el resto de los angustiados mortales que nos rodean. De ahí la falta de solidaridad de que hacemos gala y las excesivas pretensiones de tantos funcionarios.

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Viene a cuento una composición maravillosa del gran poeta británico John Donne: “Ningún hombre es una isla,/ entera en sí,/ cada hombre es pieza de continente,/ parte del total./ Si un terrón es arrastrado por el mar,/ Europa se reduce./ Cual si fuera promontorio,/ cual si fuera una casa de amigos,/ o fuera propia:/ toda muerte me disminuye,/ pues estoy con la humanidad./ Así no pidas saber por quién dobla la campana; dobla por ti.”

 

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