A PLENO PULMÓN
Artistas traductores

A PLENO PULMÓN <BR>Artistas traductores

La Biblia ha sido traducida muchas veces: primero, del hebreo al griego por los setenta y dos sabios judíos, en el siglo tercero antes de Cristo; después la tradujo San Jerónimo al latín en el siglo cuarto de nuestra era; más adelante La Vulgata fue “vertida” a todas las lenguas modernas.  Pasó, pues, por tres lenguas muertas antes de entrar en las vivas.  Quiere decir que por lo general leemos un texto traducido cuatro veces. 

O sea, traicionado y vuelto a traicionar,  si creyéramos el famoso dicho italiano.  Desde hace relativamente pocos años disponemos de los textos bíblicos –de ambos testamentos- traducidos directamente de las lenguas originales: hebreo y griego.

 En este último caso, con una sola traición, no varias superpuestas.  En una ocasión, leyendo un texto de Salomón topé con esta frase: “se desperdiciara la alcaparra a todo apetito”.  Quedé confundido. ¿Qué habrá querido decir el rey sabio? Después leí, en una Biblia traducida directamente, que cuando llegamos a viejos “pierde su sabor la alcaparra”.  Se desperdicia porque los ancianos pierden el apetito. 

José Báez Guerrero plantea en “Cartas de un borrasho” la inevitabilidad de las traducciones y su enorme valor cultural, no obstante las pifias o defectos que podamos encontrar.  La Biblia es un caso excepcional por tratarse de un libro religioso, fundamental para el mundo judeo-cristiano.

 Pero es igualmente aplicable a toda la literatura profana, en prosa o en verso.  Gracias a Dios, a muchos escritores, poetas y periodistas “les da” con ser traductores.  Algunos se han empeñado en traducir a Shakespeare, a William Blake, a Rilke.  Se esfuerzan por reflejar matices significativos difíciles de trasladar de una lengua a otra.  Para colmo, pretenden hacerlo sin “traicionarlos” en lo más mínimo.

 Pero el tema más sabroso de los muchos planteados por José Báez es el de la relación entre la poesía y la política en la cultura China antigua.  Dice que China “produjo una sociedad en la que la escritura y la estética estaban subordinadas de manera expresa a la política”. ¿Deben estar los poetas al servicio del gobierno? Perdido el favor del príncipe, un poeta chino decidió suicidarse.  Pensaba: “la pureza” no debe “ser profanada por la pestilencia de lo vulgar”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas