–En esta semana sólo se habla de tres cosas: del Día de las madres, de la epidemia del cólera, del aniversario de la muerte de Trujillo.  Creo que lo mejor es “seguir la corriente” para que no se vean “las hilachas de la parte de atrás”.  ¿Quién va a oponerse a un homenaje anual a las madres? Una enfermedad como el cólera preocupa a todo el mundo: a los pobres que viven cerca de cañadas pestilentes; a los ricos de los barrios residenciales con  buenos drenajes.  Aparecerán  escritos acerca  “del tiranicidio” de hace cincuenta años, acompañados de anécdotas sobre amantes de Trujillo o en conexión con sus colaboradores.

 –No se atreva a escribir que las madres dominicanas sobreviven, sacrificadas en la “servidumbre doméstica”, durante trescientos días del año; y se les entrega un regalo “el último domingo de mayo”.  Nunca es conveniente hacer el papel “de aguafiestas”. 

Debemos, claro está, “combatir el cólera”, pues las infecciones comprobadas son  muchísimas.  Sin embargo, no olvide que las cañadas sucias estaban ahí “desde siempre”.  Eran fuente de varias enfermedades; pero no teníamos el cólera.  Esa epidemia comenzó en Haití, después del terremoto.  No se le ocurra decir que “la inmigración de haitianos indocumentados” ha traído la enfermedad. 

–Sería “más justo” decir: “importación de haitianos indocumentados”, en lugar de “inmigración de haitianos sin papeles”.  Los militares dominicanos “traen” haitianos; los empresarios dominicanos los “contratan” para trabajar; nuestros oficiales civiles “les dan” actas de nacimiento; los cónsules les “otorgan” visas; las ONG “protegen” sus derechos laborales.  Así como las “pacas” de ropa usada entran a pesar de la “prohibición sanitaria”, la “importación de mano de obra barata” es un negocio que no para.  Los pobre haitianos no tienen la culpa de que en su país “encuentren” el cólera y, en cambio, no encuentren trabajo fijo.

–Se puede hablar del cólera sin averiguar de dónde proviene.  Demasiados grupos, instituciones, países, personas, “están involucrados”.  Con las madres “debe usarse” el himno de doña Trina Moya de Vásquez, esposa del Presidente Horacio Vásquez.  Los uniformes de Trujillo, sus caballos, negocios, amantes, despiertan más interés que sus crímenes y atropellos.  Aprendí a “no tropezar con tocones” comiendo raíces de la tierra: yuca, ñame, batata.