A PLENO PULMÓN
Hoyo negro literario (6)

A PLENO PULMÓN <BR>Hoyo negro literario (6)

La oreja del sobre se fue arrugando con el vapor del agua; “La ventanera” cubrió el sobre con un periódico viejo para evitar que se mojara la tinta de la dirección o las estampillas de correos.  Después, con una pinza de cejas, levantó poco a poco la solapa de la carta.  Esta operación secreta fue observada, desde el balconcete trasero de una casa contigua, por Aracelis Pichardo; ella y “La ventanera” se espiaban mutuamente; se acusaban de montones de enredos maliciosos, de haber provocado muchos disgustos con vecinos de la vieja ciudad colonial. Pero sin Aracelis y “La ventanera”. –Petronila de Jesús–, no se habría podido reconstruir esta historia.

La mujer leyó la carta de Pretexta y quedó decepcionada.  Parecía que entre el destinatario de la carta y Pretexta había confianza o intimidad.  Pero Petronila no podía decir que era una carta de amor, aunque estaba llena de alusiones a sucesos y personas previamente conocidos por los dos.  El hombre, residente en España, se llamaba Gerardo Pinto Rato; por lo que escribía Pretexta, había estado en Santo Domingo años atrás.  Finalmente, Petronila, para ir conociendo la vida privada de su vecina, decidió fotocopiar la carta antes de entregarla.  El mismo sábado, Aracelis la vio en la Papelería Popular.

“En tiempos de Trujillo hubo un policía que estranguló veinte muchachos con una cuerda de guitarra. Los jovencitos habían repartido unos panfletos insultantes contra Trujillo, en la ciudad de Santiago.  El autor de esos crímenes vivió tranquilo muchos años después de la muerte de Trujillo.  Murió de viejo, rascándose la barriga en público, en una localidad del Cibao.  Nadie le pegó un tiro en la cabeza, como merecía de sobra.  En mi próxima carta te enviaré un membrete con su nombre marcado en letras mayúsculas”.

Trozos de la carta circularon entre periodistas durante los años noventa.  Ninguno tomó en serio unas “revelaciones” obtenidas de modo tan tortuoso y accidentado.  Pero las habladurías se multiplicaron y deformaron con el paso del tiempo.  “Es chocante para los extranjeros la incapacidad de los dominicanos para vengar ofensas, vejámenes, crímenes, cometidos contra familiares, amigos o socios.  Sin embargo, ayer encarcelaron a un alucinado por decir que había ahorcado una nube”.

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