A PLENO PULMÓN
La cárcel modelo

<STRONG>A PLENO PULMÓN</STRONG> <BR>La cárcel modelo

Desde hace mucho tiempo en la República Dominicana vienen ocurriendo asesinatos, secuestros, atracos, desfalcos; la criminalidad es, a los ojos de todos, una actividad creciente, no contenida, quizás tolerada.  Las órdenes de arresto de los inculpados producen “noticias”; sin embargo, los arrestos no siempre producen juicios y, lo que es peor, durante algunos juicios se producen más reenvíos que sentencias; con la consiguiente frustración colectiva y confirmación de la impunidad.

Al ocurrir la muerte del famoso agente “secreto” Evertz Fournier, persona a la cual los periódicos llamaban “sicario”, esto es, asesino por paga, nos pareció que este hecho abría una nueva etapa de inseguridad general.  Obviamente, un ciudadano común, sin conexión alguna con el mundo de la delincuencia, siempre será víctima fácil para un “sicario” con experiencia.  El caso de Paya es prueba de que aun forajidos entrenados en los bajos fondos pueden ser “ultimados” en lo que dicen berenjena. Un profesor de filosofía, un oficinista, un periodista, son tres ejemplos de indefensión comparables a las de los pequeños insectos.

El informe redactado por las autoridades con motivo de la muerte del recluso Rolando Florián pone los pelos de punta.  En primer lugar, porque el hecho ocurrió en un establecimiento penitenciario del Estado, donde el convicto residía desde hace quince años.  Vivía en una celda con piso de parquet; tenía a su servicio un chef quien disponía el menú: pescado para el desayuno, guinea para el almuerzo, pierna de cerdo para la cena.  Le hacían llegar a su habitación botellas de whisky y mujeres, ambas cosas en partidas dobles.  No obstante, ese avezado presidiario, rico, agresivo, temido y protegido, recibió ocho balazos en su cuerpo.  Murió disfrutando, sin sufrir penitencia ninguna, en estado de embriaguez.

Quiere decir que en nuestro país nadie está a salvo de padecer muerte violenta.  En la calle, en la casa, en el trabajo o  en la prisión, existen parecidos riesgos, semejante inseguridad y, aproximadamente, la misma impunidad. Cualquier persona detenida preventivamente, por una infracción menor de cualquier clase, por delitos correccionales, estará en trance de ser “sacrificado”, sea por intereses económicos, pasiones personales, o conveniencias políticas.  Las cárceles, dice el jefe policial, son “bombas de tiempo”.  Una terrible perspectiva.

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