A PLENO PULMÓN
Urbes sin urbanidad

<STRONG>A PLENO PULMÓN <BR>Urbes sin urbanidad</STRONG>

Las ciudades de hoy son complicadas y peligrosas.  Han crecido horizontal y verticalmente.  Extensas zonas urbanas y altos edificios caracterizan las capitales de un montón de países.  Pasos a otro nivel, túneles y tréboles, son medios para dar curso a la congestión del tránsito de vehículos.  Toda ciudad es una aglomeración: de personas, en primer lugar; de viviendas, negocios, fábricas.  La basura producida en una ciudad requiere un programa administrativo para ser manejada sin demasiados riesgos de salud.  Las ciudades establecen reglas de circulación, normas de procedimiento, horarios diurnos y nocturnos.  Los habitantes de las ciudades soportan estas “limitaciones inevitables”.

Esto ha sido lo normal en el mundo entero hasta hace veinte años.  Quien no quiera vivir en el campo debe aceptar las “condiciones de vida” propias de las ciudades. La gente prefiere “la agitada vida” de la ciudad, donde corre el dinero y surgen continuamente oportunidades de negocios, aparecen puestos de trabajo y hay campo abierto para todas las profesiones.  Vivir en las zonas rurales equivale a estar condenado a la soledad y a la pobreza.  Poca gente está dispuesta a escuchar grillos y cigarras a la hora de dormir.  Creen que es preferible oír sirenas de las ambulancias y la policía

No hay ninguna opción que permita librarse de las ciudades, como no sea la periódica escapada a las playas.  Allí los hoteles internacionales establecen “reglas de ciudad para uso de bañistas”.  El caso es que los habitantes de las ciudades han de contar con policías en connivencia con delincuentes, atracadores, ladrones de automóviles.  Saber que en todas partes te acechan unos expertos en robar paquetes que llaman “descuidistas”, es una tensión añadida a la vida en las ciudades.

Existen niños limosneros entrenados para atraer víctimas a las cercanías del asaltante; también parejas de motociclistas dedicados a arrebatar bolsos a las señoras que salen de los supermercados.  En las ciudades es obligatorio convivir con narcómanos y asesinos por encargo.  Gente agresiva y armada podemos encontrarla en cualquier esquina.  La contaminación de las ciudades no es solamente el hollín del “smog”; peor que eso es el desarrollo creciente de negocios turbios; los vendedores de drogas no tienen  buenos modales.  Vivimos en urbes sin urbanidad.

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