A PLENO PULMÓN
Vivir a la cañona

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Los piratas somalíes hacen “lo que les da la gana” en el Océano Indico.  Secuestran barcos pesqueros y petroleros; matan gentes, toman rehenes, exigen rescates.  Los narcotraficantes mexicanos hacen “lo que les da la gana”: acribillan familias enteras durante una fiesta; matan todas las semanas, impunemente, docenas de personas.  Puede decirse que en Ciudad Juárez los “ciudadanos normales” viven “de milagro”.  En Tijuana una señora vio matar a su marido “por manos de narcotraficantes” y se ocultó en un camión dentro del cual tuvo que pasar cinco meses. Ayer apareció la noticia de que los delincuentes mexicanos secuestran, en la frontera con EUA, a emigrantes hondureños, salvadoreños, guatemaltecos.

Se han cometido 11 mil secuestros de inmigrantes centroamericanos en un semestre; los asesinatos atribuidos a narcotraficantes mexicanos en cuatro años suman 34,000. Algunos sociólogos estiman que la pobreza de los somalíes “les obliga a piratear”.  Otros sociólogos sostienen que el narcotráfico es “un nuevo esquema de participación social y redistribución de los ingresos”.  Unos y otros parten de la “injusticia y la marginalidad” en que crecen piratas y narcotraficantes.  Invocan “la comprensión”, el “robo por famelia”, los “derechos humanos”.  Los clérigos de varias iglesias recurren, simplemente, a la piedad cristiana.

Habría que ver cuántos hombres en el mundo se dedican a la piratería o al narcotráfico.  Si estuvieran en mayoría, si su número superara el de las otras “profesiones y oficios”, entonces lo correcto sería fundar un Estado para el hampa.  La Constitución tendría que ser reformada para limitar los derechos humanos de “minorías disidentes” compuestas por “no piratas” y  “no narcos”.  Dichos grupos –esto es, todos los demás- constituirían un estamento de “metecos nonatos”.  De este modo la nueva constitución, siguiendo un método inverso al habitual, se adaptaría a nuestro “modernísimo” Código Procesal Penal.

La política también presenta en nuestros días considerable dureza.  El líder libio Muamar Kadhafi ha dicho que “no tiene un cargo oficial del que pueda dimitir”.  Y amenaza: “los manifestantes serán ejecutados”.  Añade: purgaré a Libia “casa por casa”.  Kadhafi ordena todo esto para salvar la “Jamahiriya” o “República de masas”, popular y socialista, habitada al parecer por masas de ratones que merecen morir bajo bombardeos oficiales. ¡Matar es la regla!

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