A PLENO PULMÓN
Abrazapalos dañinos

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Abrazapalos dañinos

Hay hombres que se las arreglan para “buscarle el lado” a una viuda rica.  Ese fue el caso del profeta Mahoma; fundó una religión militante.  También existen tipos que “se arriman” a los “políticos emergentes” o candidatos “en potencia”.  Desde antes de alcanzar la postulación en “el partido”, les llaman presidentes,  “por si acaso”.  El arte de asirse del palo más fuerte es una habilidad que los políticos dominicanos ejercen a las mil maravillas.  Se oye decir: ese hombre “sabe pegarse a la mata”.  Antiguamente se decía “ponerse debajo de la mata…” hasta que caiga la fruta.  Se trataba de la dulce mata del poder público.

Esta última expresión se aplicaba a personas de “extraordinaria relevancia” que pudieran ser “herederos” del jefe del Estado.  La fruta que esperaban cayera en sus manos era el dominio, el control gubernamental.  Significaba que el poder no se obtiene desde lejos; es preciso estar cerca del árbol que lo produce. 

Nuestro tema de hoy no es ese; nos referimos a individuos de menos importancia, que no pretenden “heredar” el poder pero si aprovecharse de los poderosos.  Beneficios múltiples se derivan de “tener acceso” a un hombre con poder.  Trafico de influencias es el nombre de una lucrativa actividad que se realiza a la sombra del frondoso árbol del mando.

Dejar pasar o no dejar pasar son dos fuentes de “negocios políticos”.  “Servidumbre de paso” y “obstrucción de transito”, serian nombres más adecuados que peaje o pontazgo.  A veces, las personas “pegadas” permanentemente a los “palos mayores” de “la nave del Estado”, ocasionan putrefacción en la madera de los troncos.  Todos recuerdan y repiten la expresión de Juan Bosch sobre las garrapatas, capaces de extraer toda la sangre a un robusto buey.

El abrazapalo es un mariposón gris con manchas negras, de vuelo torpe, vacilante, marcado con el estigma de atraer la adversidad.  Cuando soplan brisas fuertes, el abrazapalo se agarra firmemente a la corteza de los árboles para no ser arrastrado por los vientos.  Los excrementos ácidos del abrazapalo secan los árboles “anfitriónes”.  Se dice que el polvillo de sus alas produce ceguera.  Los parásitos chupasangre, ciertamente, debilitan un toro; el abrazapalo es peor: ciega personas; desbarata grandes troncos.

Publicaciones Relacionadas