A PLENO PULMÓN
Acorazados sentimentales

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En nuestro artículo de ayer tocamos tangencialmente el tema de la piedad. ¿Es posible que la piedad desaparezca del “menú sentimental” del hombre contemporáneo? Algunos escritores avispados han dicho que los trastornos actuales proceden de una crisis de los sentimientos.   Habría que averiguar cuales sentimientos han encogido en nosotros y cuales aumentado de volumen ¿Ha crecido la codicia, el egoísmo, la envidia, la crueldad, en los corazones de la gente?  Las virtudes y los vicios han tenido durante milenios el mismo puesto en las sociedades.  Para comprobarlo no hay mas que abrir el Antiguo Testamento; desde “Génesis” y “Éxodo”, hasta “Salmos” y “Eclesiastés”, vemos en acción buenos y malos sentimientos.

El cristianismo es la religión de la piedad; esa doctrina se “extendió por toda la tierra” o, si se quiere, por gran parte de ella.  En lo que concierne a la educación en Occidente, la piedad ha jugado un papel fundamental.  ¿Tuvieron piedad las bandas de narcotraficantes, enfrentadas en Paya, cuando decidieron matar ocho personas, a fin de quedarse con drogas, dinero, control territorial?  Esos grupos, armados, decididos e inclementes, no conocen la piedad.  Representan un estilo de vida que parece “extenderse por toda la tierra”: México, Colombia, EUA, Haití, RD y muchos otros lugares.  ¿Proceden piadosamente los vendedores de armas, contrabandistas, defraudadores, que vemos por todas partes?

El jerarca financiero Madoff, recientemente condenado en los EUA, cometió un desfalco por valor de 55,000 millones de dólares.  Hubo personas que trabajaron treinta años para alcanzar la jubilación;  los ahorros de toda su vida los colocaron en la institución de Madoff, quien los dilapidó sin piedad alguna.  En EUA han quebrado varios bancos; un ejecutivo, procesado hace un año, fue sentenciado a tres años de cárcel.  Pagará con tres lo que costó veinte al ahorrante, comentó un periodista piadoso.  Tampoco es posible que haya piedad en las decisiones militares –como es de rigor- en Iraq o en Afganistán.

La política exterior de las naciones suele ser cruel, lo mismo que la competencia económica ordinaria; o la llamada “lucha por la supervivencia”.  La contemplación repetida de esa conducta regular “endurece el corazón”. ¿Deberíamos ser crueles para ser mejores, como pensaba Shakespeare? ¿O acorazarnos sentimentalmente contra la piedad?

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