Se ha dicho que la República Dominicana es un país especial; cabría añadir: quizás más de la cuenta. El doctor F. E. Moscoso Puello, el autor de Cartas a Evelina, ya había apuntado a comienzos del siglo pasado que lo único que ocurre en Santo Domingo igual que en los demás países es que llueve de arriba hacia abajo. Los refranes cuasi universales del mundo hispánico aquí se aplican al revés. Lo que está a la vista no necesita espejuelos. Este dicho parece no funcionar en territorio dominicano. Un elefante echado en la sala de tu casa, para ser visto, necesitaría una lupa. La inmigración de haitianos indocumentados es un ejemplo.
La viejísima frase criolla: la guardia lee comoquiera significa que aunque un militar sea analfabeto ejerce autoridad indiscutible. Esta expresión popular dio lugar a los conocidos versos de Manuel del Cabral: En una esquina está el aire/ de rodillas Dos sables analfabetos/ lo vigilan. La verdad es que nuestros militares han avanzado más que muchos civiles civilistas. Las fuerzas armadas de hoy cuentan con muchísimos hombres con formación intelectual rigurosa, con títulos académicos bien ganados y, lo que es más importante, con sensibilidad suficiente para detestar aquellas viejas formas de arbitrariedad.
Ciertamente, existen hoy oficiales de conducta vituperable, como vemos frecuentemente en las noticias acerca de alijos de drogas. Actúan con la complicidad de funcionarios civiles, hombres de negocios e incluso de algunos políticos. El punto es que ya no son analfabetos y no leen comoquiera. Quienes ahora pretenden leer de cualquier manera son abogados, dirigentes políticos, periodistas, relacionadores públicos, profesores universitarios. Todos ellos perfectamente alfabetizados. Sin embargo, están empeñados en poner el aire de rodillas. Leen al revés al interpretar la Constitución o las leyes de migración.
Es lastimoso y produce vergüenza- que personas cultas, que nunca usaron sables ni revólveres, se obstinen en interpretar el derecho al revés, en hacerse de la vista gorda ante asuntos que no requieren vidrios de aumento, ni la intervención de optómetras. Esa costumbre de tapar el sol con el dedo meñique y manipular antojadizamente los textos constitucionales, ha impedido nuestro desarrollo político-social en los últimos ochenta años. Pequeños intereses, extranjeros y locales, neutralizan el uso de colirios.