A PLENO PULMÓN
Alambre de trinchera

A PLENO PULMÓN<BR>Alambre de trinchera

Con alambre de púas se hacen las cercas de propiedades rurales.  Es una viejísima costumbre que busca evitar que escapen los animales domésticos, que entren ladrones o intrusos dispuestos a ocupar tierras ajenas.  Ahora está de moda un nuevo alambre protector llamado alambre de trinchera; en vez de emplearse en el campo se utiliza en la ciudad. Todos los días, cuando transito en automóvil desde mi casa a la oficina, leo un letrero que reza: “Instalamos alambre de trinchera”.  Esta clase de alambre incluye pequeñas navajas, alternadas con dientes de sierra y púas rígidas de cuatro puntas.  Su uso es, primariamente, urbano.

 Los instaladores de alambre de trinchera se anuncian en los postes del alumbrado de zonas residenciales.  Comencé entonces a comprobar la presencia de este alambre “ennavajado” sobre las verjas de muchísimas casas suntuosas.  Después pude ver que el alambre de trinchera se despliega también entre los setos vivos de azahares o de coralillos.  El “nombre comercial” del alambre nos recuerda la Primera Guerra Mundial.  Conjuntos residenciales de varias viviendas ya están rodeados de cables electrificados, con los correspondientes rótulos que advierten al público el peligro de tocarlos.  Al parecer, estamos viviendo una guerra civil “de baja intensidad”.  Por tanto, debemos estar permanentemente “atrincherados”.

 Es evidente que a los dominicanos les será más difícil que a otros pueblos cumplir con el precepto cristiano de “amaos los unos a los otros”.  El auge del uso del alambre de trinchera nos revela una divisa generalizada: “defendeos los unos de los otros”.  La desconfianza social reinante hace cada día más desagradable la convivencia entre los dominicanos.  “No abras la puerta! ¡No bajes los vidrios! ¡No te pares en carreteras!

 A estas previsiones sigue la de “no estar desarmado”; y después la recomendación de “no comer pelos de puerco”.  La sociedad está “engrengreñada”, perturbada por una violencia potencial, retenida a duras penas.  Esta situación anómala podría ser modificada si se controlara mejor la delincuencia.  Pero los criminales entran y salen de las cárceles, los policías aparecen a menudo involucrados en atracos; cada día se interceptan mayores cargamentos de drogas.  Estos problemas sociales se están convirtiendo lentamente en problemas políticos.  Mientras tanto, todos –ricos y pobres-, debemos vivir “atrincherados”.

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