Pues si señor, ese era su nombre, aunque usted no lo crea. Pero Alone Malone Solano no era un hombre: era una mujer. Su madre, Piedad Solano, oriunda de Las Cabuyas, viajó con su padre a una isla de Barlovento custodiando una carga de cacao. En la goleta conoció a un tipo llamado Joseph Malone, que empezó a enamorarla tan pronto la vió. Al llegar a Barbados, Malone pidió su dirección, le entregó un ramo de flores a Piedad y se despidió de su padre con muchas cortesías. Iré a Santa Lucia la próxima semana para cerrar un negocio; regresaré a Barbados. Después los visitaré en Santo Domingo.
El viejo le dijo a su hija: este Malone no parece malo; tiene toda la pinta de ser un hombre arreglado; pero no creas en promesas de vendedores; a pesar de sus zalamerías, lo más seguro es que nunca lo volvamos a ver. Piedad miró a su padre con cara de desencanto: seria una pena, es hombre muy simpático y galante. Tres semanas después Malone se presentó en Las Cabuyas. Cuando Piedad abrió la puerta de su casa ahí estaba el hombre de la goleta. Por poco se cae del susto; corrió a llamar a su padre, que estaba en el patio; enseguida se metió en su cuarto a peinarse, a cambiarse de ropa.
Piedad volvió a la sala empolvada y con pintalabios; su padre seguía atentamente las palabras de Malone: -Usted puede vender cacao en Tortola, en Virgen Gorda; los comerciantes de allá se encargarán de revenderlo en Europa. Al detenerse Piedad frente a los dos hombres, Malone dijo solemnemente: quiero casarme con su hija; a eso he venido. Siete días más tarde los casó un cura barrigón de San Francisco de Macorís.
Malone tomó el tren con su flamante esposa Piedad: hizo escala en La Vega, se trasladó después a Puerto Plata, donde abordó la goleta Hechizo del mar. Alone Malone Solano nació en Barbados a los ocho meses exactos de la boda. Piedad escribió a su padre que había tropezado en un tocón: fue imprescindible una operación cesárea; no podría tener más hijos. Conocí la barloventina-dominicana Alone en Jamaica, en una farmacia donde trabajaba.