A PLENO PULMÓN
Alone Malone Solano (9)

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–La semana pasada la mitad de los huéspedes del hotel más grande de Montego Bay eran periodistas extranjeros.  Había un control estricto de entradas y salidas.  El gobierno estaba realmente interesado en que no hubiese incidentes desagradables durante la reunión. Cada periodista debía dejar un número telefónico donde pudiera localizársele en caso de emergencia.  El hotel registró la hora de llegada del periodista dominicano a la habitación 415.  Para cada piso se designaron  agentes de seguridad.   Créame, señor Malone, estamos trabajando.

–Coronel, mi hija era tenaz, trabajadora y disciplinada; podía vivir sola en cualquier país y valerse perfectamente.   –Así es; los dueños de la farmacia estaban satisfechos con su trabajo; aprovecho para decirle que la empresa había emitido una póliza de seguro a favor de su hija; el beneficiario es usted; el automóvil también estaba asegurado “full cover”.  –Por las palabras que Alone dijo cuando me llamó, puedo asegurarle que este periodista le gustaba; eso de “conversador e interesante” forma parte de un “estribillo” con el que solía describirle a mi esposa  Piedad.

–¿De qué estribillo habla?  Explíqueme eso.  –Es una anécdota familiar en relación con el día que conocí su madre.  Piedad era una mujer conversadora, interesante, con ojos grandes y boca bonita; una tentación para el más tímido.  Ella repetía una frase que ambos conocíamos; pero la aplicaba a un hombre.  ¿Puedo saber la dirección del periodista dominicano?  –Por favor, no interfiera la investigación.  Oportunamente le facilitaremos el informe final.  En la casa de su hija encontramos un libro de poemas de Elizabeth Barrett, abierto en una página que contenía un soneto.

–¿Cuándo salió de Jamaica el periodista dominicano?  –A las tres de la tarde del día que siguió al accidente; consta que desayunó en el hotel.     –¿Sabía lo que había ocurrido con su amiga?  –No puedo contestarle con seguridad; los periódicos reportaron el suceso porque ocurrió cerca de la “zona de gran turismo”.  –Parece que en mi destino la República Dominicana está inscrita con letras de piedra; esta vez ha sido una lápida mortuoria.  Enterraré a mi hija en Bridgetown; allí nació y creció.  Lo averiguaré todo; vía Sancho Panza, un experto en la conducta de cuatro quintas partes de la humanidad.

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