A PLENO PULMÓN
Animales de cuatro ruedas

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Una ciudad es una aglomeración; antes que nada, una aglomeración de personas; además, una aglomeración de viviendas, de construcciones de toda índole; por último –en nuestra época-, una aglomeración de automóviles.  En la actualidad las ciudades son diseñadas “para los automóviles” y, en segundo lugar, para las personas que conducen los automóviles.  El costoso animal de cuatro ruedas, que se alimenta de gasolina y de aceite, ha de ser aparcado, lavado, atendido, mantenido y mimado.  Calles y aparcaderos están destinados a servir los automóviles.

Antiguamente sólo unas pocas personas podían disponer de carrozas.  Nobles, potentados, eclesiásticos, funcionarios, disfrutaban de los privilegios de la carroza o de ir en literas, cargados por sirvientes.  La apacible apariencia de las ciudades medievales se debe, en gran medida, a que no fueron construidas contando con los automóviles.  Cualquier persona que regrese a su casa en automóvil, después de las ocho de la noche, experimentará una desagradable sensación de encierro.  Una larga fila de carros, desplazándose lentamente por una vía, es el final de cada día: sufrir el taponamiento del transito terrestre.

 Ahora casi todo el mundo posee un automóvil, pequeño o grande, nuevo, viejo, costoso o barato.  Los que no pueden comprarlo adquieren una motocicleta, se cubren la cabeza con un casco de astronauta y entran al feroz concurso de rodamiento que tiene lugar en las calles de la ciudad.  Calles llenas de gases de los escapes de los motores, de desechos de comida rápida, de colillas de cigarrillos, de desagües que no fluyen, de botellas rotas.  Una goma pinchada abre una expectativa peligrosa para cualquier automovilista que circule por un barrio mal iluminado.

Dentro del automóvil el conductor puede escuchar música, noticias o comentarios políticos.  La radio le ofrece muchas opciones.  Con una goma pinchada no es prudente oír noticias acerca de atracos o secuestros.  Si vas armado y tienes la agilidad suficiente para arrodillarte, podrías cambiar la goma rápidamente… y continuar el camino sin inconvenientes.  Una mujer, un hombre de avanzada edad, quizás no tengan tanta suerte.  A las tres aglomeraciones que mencioné anteriormente, típicas de las ciudades, hay que añadir otras tres: de drogadictos, de desempleados y, finalmente, la peor de todas: maleantes en actividad nocturna.

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