La indefensión de nuestros ciudadanos ha llegado a tal punto que con frecuencia oímos decir: ¡tendremos que formar un grupo de choque y una brigada de resistencia! El grupo de choque podría ser barrial; se ocuparía de evitar invasiones de aceras y jardines privados por buhoneros, de la vigilancia contra ladrones y atracadores; tendría también funciones policiales. La necesidad justificará su existencia, aunque los juristas lo declaren anti-constitucional. De hecho, las juntas de vecinos de algunos lugares están en proceso de convertirse en grupos de choque. Ante la inanidad e inoperancia de la policía no han tenido más camino que ése.
Es una pena que esto ocurra, porque es probable que no puedan establecer reglas generales y que sus limites de acción los fije el temperamento de cada dirigente o la indignación de los moradores de los barrios frente a los crímenes y desmanes que sufren a diario. He leído noticias acerca de linchamientos ejecutados por docenas de habitantes desesperados por la impotencia. Pero las apelaciones a la sensatez, al respeto del imperio de la ley, serán inútiles. Es como pedir comportamientos moderados durante una revolución. Lo que no existe, precisamente, es el imperio de la ley. Las leyes no se cumplen o se violan minuciosamente.
La frustración política de la sociedad dominicana es visible en todos los estamentos: los de abajo no tienen empleos y prefieren emigrar en yolas. El mar abierto es más promisorio que la pobreza absoluta. Salir de un vecindario anarquizado es visto como una especie de liberación. La vida cotidiana de algunos barrios está determinada por las redadas policiales y las imposiciones de los mercaderes de drogas al por menor. El emigrante en yola espera cruzar el Canal de la Mona una sola vez.
La clase media se empobrece cada año, a medida que se estrechan las posibilidades de ganarse la vida en negocios lícitos. Las clases acaudaladas están aprisionadas entre el excesivo gasto público, los impuestos crecientes y las demandas sociales. Los partidos políticos se vuelven centros de negocios y los empresarios se ven compelidos a politizarse. En esas circunstancias es de esperar que surjan brigadas de resistencia. No serán barriales sino generales; su actuación será lenta, peligrosa, invisible.