A PLENO PULMÓN
Anular las defensas

A PLENO PULMÓN<BR>Anular las defensas

El hombre no tiene un “hábitat”, esto es, un lugar determinado donde obligatoriamente deba desarrollar su vida; no requiere condiciones precisas de clima, vegetación o alimentación, como ocurre con otras clases de animales.  Las especies que se extinguen desaparecen por no disponer de los ambientes adecuados.  El hombre vive en cualquier parte: en el ecuador o en los polos.  Haga frio o calor, el hombre siembra, cosecha, caza, pesca y se reproduce.  Vive en todas las latitudes porque adapta o acomoda el medio según sus propias necesidades.  Modificar el medio le permite vivir en el desierto, en la selva, rodeado de hielo o en lugares pantanosos.       

 Pero el ambiente natural es completamente distinto del ambiente social.  Es más difícil protegerse de una costumbre perniciosa que del sol o  la lluvia.  Los cambios en la corteza terrestre han ocurrido en el curso de milenios; ciertas transformaciones geológicas tardaron millones de años en producirse.  Las mutaciones sociales se suceden unas a otras con tal velocidad, que el hombre se ve arrastrado como por un maremoto.  Un vistazo a las noticias es suficiente para medir la magnitud de los cambios sociales de hoy: en España el desempleo alcanza el 24%; en México, la violencia y el crimen ha llegado “a niveles alarmantes”.

 El uso de drogas es una pandemia que perturba la conducta colectiva y disuelve la responsabilidad de jóvenes y viejos.  La gente escapa de la realidad a través de substancias narcóticas.  Los negocios de estupefacientes carecen de “horarios de trabajo”.  Han cambiado la composición de las inversiones  -financieras e inmobiliarias- en muchísimos países.  No sabemos cómo los bancos de Londres pudieron ponerse de acuerdo para manipular la tasa de interés interbancaria llamada “libor”.  La credibilidad de las instituciones financieras ha sufrido un rudo golpe con las acusaciones por lavado de dinero contra el mayor banco de Europa.

 El hombre actual ha ido perdiendo paulatinamente: la fe religiosa, la confianza en las organizaciones bancarias, el entusiasmo ideológico por los partidos políticos.  Ya no tiene la convicción de que “las cosas podrían mejorar”.  Está privado de impulsos que antes le empujaban a modificar el entorno.  Defenderse del “ambiente social” sólo es posible si conservamos activos nuestros resortes vitales.

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