A pleno pulmón
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En nuestro tiempo los escritores deben adaptarse a “los gustos reinantes”, según explican algunos mercadólogos al servicio de poderosas editoriales.  Antiguamente los escritores, después de “mucho malpasar”, lograban modificar los gustos arraigados en el público.  La gente descubría, a través de la magia de la literatura, que existían maneras de vivir más hermosas, estimulantes y valiosas, que las de sus compañeros de trabajo o de juerga.  Los escritores lanzaban “advertencias humanas” más accesibles que las de los profetas bíblicos.  Sin pretensiones religiosas ni petulancia científica, mostraban las injusticias sociales, el horror de la esclavitud, el poder del odio o del amor.

 Todo ello penetrado del misterio evocador de la poesía y rodeado de emoción y belleza.  Los románticos alemanes provocaron suicidios y conversiones.  “Tormenta y drama” fue un lema tan devastador como creador en el mundo del arte y del pensamiento.  Hizo tristes o felices a millones de jóvenes europeos.  La divisa de los primeros románticos puede compararse con el viejo “slogan” político “patria o muerte”.  El poder corrosivo de estas expresiones removía la costra del conformismo colectivo.  Las burguesías tradicionales y las masas populares, recibían “arengas” de poetas y artistas para que percibieran los eternos problemas de los seres humanos.  El poder de persuasión del escritor estaba al servicio de lo que ahora llamamos “cambio social”.

 El lenguaje de rufianes ha invadido la literatura.  Primero con un pretexto “realista”: un delincuente no puede hablar como una monja de clausura; después se adujo que la literatura testimonial debía incluir la vulgaridad del rufián, la perversidad de algunas monjas recoletas, los crímenes de los traficantes de drogas con mayor fortuna. Esa literatura ha influido sobre el cine y la televisión.  Montones de presentadores y comentaristas de noticias creen un “deber estilístico” decir malas palabras o groserías.

 Cumplir con esa nueva preceptiva literaria es prueba de estar “up today”. Usar un lenguaje procaz indica haber superado anticuados “convencionalismos”.  La poesía, núcleo de la verdadera literatura, tendrá que “refugiarse” en los periódicos.  Especialmente en las secciones de anuncios clasificados, donde late “la vida real” del hombre común.  ¿Habrá poemas telúricos sobre “bienes raíces” a punto de perderse, odas a “automóviles” en proceso de embargo, elegías por “desempleo prolongado”?

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