A PLENO PULMÓN
Apedrear la paloma

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Ayer, durante el programa “Aparte y punto”, José Israel Cuello ha mencionado el célebre libro de Ibn Hazm de Córdoba titulado  “El collar de la paloma”.   Libro escrito en el siglo XI, “en admirable prosa poética árabe”, dicen los expertos arabistas y entendidos en la poesía arábigo-andaluza.  Es un tratado “sobre el amor y los amantes”.   Las plumas que rodean el cuello de las palomas producen reflejos irisados.  Significa esto que el amor de hombres y mujeres tiene múltiples variantes.   Cada cultura, cada época, ofrece su versión del amor.  Las tersas plumas tornasol de las palomas sugieren “colores del amor”.

El libro fue traducido al español por don Emilio García Gómez en 1950.  Al final de ese año, el traductor envió a José Ortega y Gasset las pruebas de imprenta; le pidió que escribiera unas pocas páginas introductorias.   Un año después Ortega no había escrito una sola línea.  Finalmente, prólogo y libro aparecieron juntos en 1952.  Ortega había sufrido una severa depresión en 1951, según afirma Gregorio Morán en “El maestro en el erial”, texto donde describe los tormentos y frustraciones de Ortega durante la dictadura de Franco. En dicho prólogo Ortega aborda el  tema de la sensualidad, cuestión de dificultoso tratamiento en un régimen afectado de “religiosidad militante”.

Ortega,  a quien le estaba prohibido escribir en los periódicos, aprovechó la oportunidad para sacarse algunas espinas del corazón.  Dijo de los escolásticos que practicaban la “típica pedantería” de monjes medievales.  Señaló que en “nuestro contorno actual… hay gente convencida de que el universo ha sido creado a beneficio de las (monjas) ursulinas”.  Se refirió a “frailes de cabeza tonsurada”, que no entendían  “El banquete” de Platón.  Explicó que los atenienses no valoraban como nosotros el amor de hombres y mujeres.  Ortega tocó también  el conflicto histórico entre cristianos, judíos  y musulmanes. Hubo muchas protestas; ningún elogio.

El autor de la traducción recibió, por culpa del prólogo, ataques sañudos de los políticos y académicos vinculados al gobierno.  El arabista pagó platos que no había roto.  Ortega murió en 1955; tras su entierro arrancó la caída social del franquismo.  García Gómez vivió hasta 1995.  Tuvo la suerte de ver “peinadas” las plumas del collar de la paloma.

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