A PLENO PULMÓN
Apogeo y estatuto

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Apogeo y estatuto

Comencé a leer a Neruda en los años 1958-1959. Han pasado cinco décadas; sigo leyéndolo con “entusiasmo” comparable al que experimenté entonces. “Veinte poemas de amor” es una obra de 1924; “Crepusculario” apareció en 1923; son libros primerizos de Neruda. Conservo una edición de Veinte poemas, de 1958, remendada, manoseada,  en cuyas páginas marqué, con lápiz azul, versos que me parecieron de belleza insuperable.  Los leo de nuevo y compruebo, asombrado, que no han perdido atractivo; la carga de intuición esencial permanece “adherida” a las palabras. 

Es un aspecto de las obras literarias insuficientemente estudiado.  Muchos críticos parten de la idea de que un poema es una realidad compuesta de vocablos; suponen que la “materia prima” de toda literatura es el conjunto de voces de la lengua en que está escrita.  Algunos lingüistas contemporáneos han postulado la equivalencia entre pensamiento y lenguaje.  Pensar es “hablar en voz baja”.  No podemos ir más allá del lenguaje. 

Nunca leí a Neruda con “intención critica”; me dejaba llevar por los versos hacia donde el poeta quisiera; era pasajero en un tren de arte mayor; iba a remolque de su poesía. “Residencia en la tierra”, “Los versos del capitán”, “Odas elementales”, “Estravagario”; después de “Entrada a la madera”, “Apogeo del apio”, “Estatuto del vino”, empecé a ver lo que no había percibido antes: Neruda es un “poeta espacial”.  Su mente funciona como la de un arquitecto o un físico.  Construye encima de “apoyos concretos”, tal vez tridimensionales.

Escribía  “versos descriptivos”: “Así en horas profundas sobre los campos he visto/ doblarse las espigas en la boca del viento”.  También: “Viento que lleva en rápido robo la hojarasca”; “Mis palabras/ se adelgazan a veces/ como las huellas de las gaviotas en las playas”.  Directamente: “Campo desde un navío.  Campo desde los cerros. Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma”.  Neruda nació en 1904; su herencia es, por una parte, romántica, por otra modernista,  (Darío murió en 1916).  Sobre ambas herencias, cabalga el surrealismo.  Pero estas influencias están “forradas”  por su manera propia de ver el mundo.  “En los oscuros pinos se desenreda el viento”.  “El río anuda al mar su lamento obstinado”.  Neruda estableció “estatutos” poéticos perdurables.

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