A PLENO PULMÓN
Aproximarse al cráter

A PLENO PULMÓN<BR>Aproximarse al cráter

Plinio el Viejo murió en el año 79 después de Cristo, el mismo día de la erupción del Vesubio.  Quiso socorrer unos amigos en la bahía de Nápoles.  Parece que los gases del volcán afectaron su respiración.  Se dice también que el célebre naturalista deseaba observar de cerca los fenómenos del vulcanismo. Sea por una razón o por otra, Plinio encontró la muerte por estar demasiado próximo al cráter del Vesubio. Examinar de cerca asuntos peligrosos siempre acarrea riesgos para quien lo hace.

 Hubo sacerdotes católicos que fueron destinados por la Iglesia a trabajar en barrios marginados de grandes ciudades francesas.  Evangelizaban en lugares habitados por obreros sin empleo, militantes de grupos extremistas; convivían con ex presidiarios, rateros, mancebos de prostíbulo.  El mensaje religioso debía llegar, directamente, hasta los cráteres sociales.  Algunos de estos misioneros abandonaron el sacerdocio; se quedaron viviendo con las personas que intentaron convertir al cristianismo.  Unos pocos de estos “conversos al revés” terminaron enrolados en movimientos marxistas-leninistas.  Paralelamente, el escritor israelí Isaac Bashevis Singer escribió un cuento conmovedor acerca de un rabino que perdió su fe.

En Santo Domingo las monjas adoratrices ejercen su misión entre prostitutas.  Entran al mundo de los burdeles con el propósito de transformar las vidas de las desdichadas hembras que ahora reciben título de “trabajadoras sexuales”.  Las monjas adoratrices tocan de cerca el cráter social donde actúan las “mujeres de la vida”.  Sin embargo, no he sabido de ninguna monja que haya sido atrapada por el “oficio más viejo del mundo”.  A pesar de las burlas espantosas con que podrían lastimar ciertas prostitutas a las monjas adoratrices de mayor edad.

Aproximarse a un cráter volcánico con gases venenosos es, obviamente, un peligro para investigadores y curiosos.  Lo mismo ocurre cuando se trata de abismos sociales, de antros de perversión o delincuencia.  El contacto con el mundo del hampa puede tener parecidos efectos.  Tan desagradable es para un delincuente la visita de un hombre honesto, como el sermón de la “hermanita de la caridad” para una encanallada “regidora” de burdel.  Los periodistas que siguen habitualmente el hilo de los cargamentos de drogas están expuestos a respirar aires mucho más tóxicos que los que mataron a Plinio el Viejo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas