A PLENO PULMÓN
Aspavientos inútiles

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Aspavientos inútiles

La contemplación de lo que ocurre en torno nuestro ocupa sólo un instante las pupilas; pero los nervios ópticos transmiten al cerebro las imágenes captadas por los ojos y allí quedan “registradas” y clasificadas;  archivadas en calidad de objetos visuales y lastimaduras afectivas.  A pesar de tanto mirar asesinatos, desfalcos, abusos políticos, atropellos policiales, actos de terrorismo, los ojos no contraen ninguna enfermedad conocida por los oftalmólogos.   Es en el alma donde estas sucesivas “irritaciones ópticas” van produciendo la erosión  psíquica; hasta causar verdaderas llagas sentimentales.  Lentamente, sin que lo notemos, nos trastornamos por vivir rodeados de delincuentes, por ser testigos impotentes de varias clases de violencia.

 La violencia individual aparece todos los días, reseñada en los periódicos.  Niños que matan los abuelos, maridos celosos que apuñalan sus esposas; incluso hijos que violan a las madres, asaltantes que matan para robar un teléfono celular.  La violencia colectiva constituye “otro rango” entre los “malestares” que aquejan las sociedades hoy.  Los ciudadanos de muchos países están persuadidos de que los políticos que los gobiernan son farsantes; histriones natos hechos para actuar en teatros de variedades.  Desgraciadamente, se han dedicado a la agitación política o al “mercadeo de doctrinas”.

Muchos de estos actores “constitucionales” u orgánicos, llegan a ser funcionarios investidos legalmente de poderes constitucionales, esto es, otorgados por una constitución política. 

El orden establecido los protege, los enriquece y los coloca por encima de los ciudadanos que votaron para elegirlos.  Según la doctrina clásica de la democracia, la soberanía reside en el pueblo.  Pero los “electores no elegidos” pueden ser burlados, esquilmados, apaleados o encarcelados, sin que ninguna norma constitucional les sirva de “amparo jurídico”, de toldo práctico protector.

Estas formas de violencia colectiva entran por los ojos y se clavan en los corazones de grandes multitudes, maniatadas por los partidos políticos. 

En el mundo árabe, en África del Norte, en America hispánica e incluso en Europa, ocurren esas perversiones del régimen democrático sin que, hasta ahora, se haya encontrado una “solución redentora”.

La “llaga psíquica” existe; se protesta en las plazas públicas de algunas ciudades; proliferan grupos de “indignados” que expresan inconformidad.

Hasta el momento, las insatisfacciones cívicas son consideradas síntomas de rebeldía o aspavientos inútiles.

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