A PLENO PULMÓN
Barajas y experimentos

A PLENO PULMÓN<BR>Barajas y experimentos

Todos saben que 52 semanas componen el año calendario; y que 52 cartas incluye la baraja francesa.  Esta coincidencia numérica entre las barajas y la medición del tiempo, resultó “sospechosa” para el alemán Friedrich Meinecke.  Por eso emprendió un viaje a Warnemünde, en el Mar Báltico, para ir a Rostock a consultar el célebre reloj astronómico de la iglesia.  Este reloj señalará la posición de los planetas y las fases de la luna hasta el año 2017.  Meinecke, criado en Puerto Plata, regresó con información precisa sobre los cuartos menguantes y crecientes de la luna durante los próximos 10 meses.

Con estos datos en la mano, Meinecke averiguó la hora exacta del nacimiento de varios de sus amigos.  A tres de ellos les entregó cartas de la baraja con el número siete para que las llevaran en el bolsillo de la camisa, del lado izquierdo.  A Pedro Pradera le dio el siete de tréboles; a Juan Sumario, el siete de diamantes; a Ernesto Pentecostés el siete de corazones.  Pradera dirigía un próspero negocio: la banca de apuestas del pueblo donde vivió… hasta que se convirtió en político.  Sumario era profesor de historia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.  Le llamaban “cientista social”. 

Pentecostés pertenecía a una comunidad religiosa que evangelizaba en los barrios pobres del borde de la ciudad.  Cada uno debería llevar su baraja pegada del pecho por tres meses.  Después Meinecke se encargaría de interrogarles sobre los sucesos que hubiesen vivido en ese trimestre.  Luego, una señora llamada Quintina, leería a los tres las cartas en cierta casa próxima al Puente de la Guinea.  Meinecke bautizó su experimento con el nombre de operación 07; la casa de doña Quintina también estaba marcada con el número siete.

Pentecostés consintió en hacer el experimento porque el alemán le aseguró la mayor discreción.  Además, podría subir a la loma Isabel de Torres a asistir campesinos enfermos cerca de una cabaña propiedad de Meinecke, quien tenía allí varias cajas de abejas. Pentecostés consideraba que las barajas sólo podían descubrir la relación –buena o mala- que tuvieras de antemano “con la divinidad”.  Toda la suerte del hombre “depende de su vinculación armoniosa” con la energía de Dios.

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