Hace un año mi buen amigo el periodista Santiago Estrella Veloz, me regaló un libro del filólogo italiano Franco Meregalli. Se titula Introducción a Cervantes. El notable hispanista se empeña en subrayar que no escribe una introducción al Quijote sino a Cervantes. Tanto el Quijote como las demás obras de Cervantes son actos literarios y, por ello, esencialmente humanos de su autor. Al leer el discurso de Juan Goytisolo en Toledo, con motivo de la entrega de premios Don Quijote a la defensa del idioma, he buscado la obra para revisarla. Hoy aparece en los diarios dominicanos la fotografía del rey de España entregando los galardones.
Meregalli estudia cuidadosamente las obras de Cervantes: el Quijote, en primer lugar, las Novelas ejemplares, comedias, entremeses, poemas. Al ofrecernos una lista de escritos críticos sobre Cervantes reconoce su deuda con don Américo Castro: Habiendo señalado mi relación especifica con la producción cervantina de Américo Castro, cito algunos de sus títulos: EL pensamiento de Cervantes, 1927; Hacia Cervantes, 1957; Cervantes y los casticismos españoles, 1967. Meregalli dedica algunas páginas a Berganza, el perro protagonista de Coloquio de los perros. Este perro descubre que existen guardianes ladrones. Destinado al campo para cuidar un rebaño, Berganza comprueba que el lobo que mencionaban los pastores eran los mismos pastores, que robaban los animales y luego acusaban al lobo.
El nombre Berganza podría asociarse a la palabra vergüenza. El perro es testigo avergonzado de sucesos que no ocurren solamente entre pastores y ovejas; un guardia se deja sobornar por un extranjero para que le permita hacer cosas que están prohibidas. Después ve entrar al guardia en la casa de Monipodio, jefe de los ladrones y de los rufianes. Ese guardia, momentos antes, ha hecho creer que combatía con severidad a los delincuentes. Muchos guachimanes, policías y ministros, actúan como los pastores, guardias y jefes de rufianes, que describe Cervantes en Coloquio de los perros. El autor del clásico texto dice, por boca del perro, muy sobre los estribos ha de andar el que quisiere sustentar dos horas de conversación sin tocar los limites de la murmuración. Cervantes, desdoblado en perro, afirma: tan bien se puede decir una necedad en latín como en romance.