Al conjunto de las publicaciones periodísticas puede llamársele con propiedad un borrador de la historia. En los periódicos se han anunciado pomposamente todas las ilusiones del hombre contemporáneo; también las esperanzas económicas, los temores, angustias y dolores de las últimas guerras. (No hubo periódicos durante los 10 años de la guerra en Troya; ni en los 27 de la Guerra del Peloponeso). Homero y Tucídides cubrieron esa falta sin conocer las reglas de oro de los periodistas de Norteamérica. Su trabajo resultó mucho mejor que las crónicas que llaman hoy periodismo de investigación.
Los periódicos traen en sus páginas publicidad: comercial, política, profesional, artística, deportiva. Las recetas de cocina que aparecen en los diarios servirán a futuros historiadores de varios modos: para saber qué platos querían comer los hombres del siglo XX; qué comidas hacían creer que consumían; y qué ingerían, efectivamente, todos los días. Los cosméticos de uso general hace un siglo eran unos pocos: polvos, coloretes y pintalabios es una síntesis no muy distante de la realidad. Cremas, ungüentos, medicamentos para la piel, siempre fueron muchos; ahora se han multiplicado por cien.
Defensas y panegíricos, ataques y contra-ataques, en las secciones de opinión, pueden ofrecernos una visión panorámica de los enfrentamientos económicos, políticos, ideológicos; pero no describen la verdad de cada momento histórico. Los trabajos que llaman hemerocríticos tratan de organizar, sistemáticamente, el montón informe de datos que arrastran los periódicos. Verdades, falsedades, sofismas, improperios, opiniones de ángulo ancho, dogmas, caprichos, constituyen simples agregados sociales yuxtapuestos. El historiador debe separar la paja del grano; y descubrir las imposturas de la comedia humana.
Los ingredientes básicos de cualquier guiso colectivo parecen ser los mismos en todas las épocas. Militares, religiosos, empresarios, políticos, académicos, administradores, son siempre actores y pastores de la sociedad, cada grupo a su manera.
Dinero, vanidad, violencia, erotismo, están presentes en la vida humana de ayer y de hoy. Siendo componentes eternos de las sociedades, nunca pueden quedar fuera de las noticias.
Funcionan como condimentos de la prensa y, a la vez, como piedras de la historia general. No es tarea fácil pasar por cedazos las opiniones y narraciones acumuladas en miles de esos borradores impresos que llamamos periódicos.