A PLENO PULMÓN
Brutalidad creciente

A PLENO PULMÓN<BR>Brutalidad creciente

En las calles de Trípoli aparecen personas amarradas, con un tiro en la cabeza.  Son “ejecuciones sumarias”, como consignan varios diarios españoles.  Muamar Gadafi, después de 40 años en el poder, no ha sido menos brutal que los rebeldes triunfantes en la capital de Libia.  Los “alzados”, que ahora intentan tomar la ciudad donde se dice está refugiado Gadafi, han logrado el triunfo con el apoyo de la Real Fuerza Aérea Británica.  Son montones las victimas producidas por los combates, aéreos y terrestres.  Violencia y brutalidad fueron acciones continuas de los regímenes políticos derrocados en Túnez y en Egipto.

En Siria sucede lo mismo.  A pesar de todas las manifestaciones públicas, Bachar El-assad no cesa de reprimir a la población.  Los muertos de esa resistencia ya son 2,200, según informes de la ONU.  Los defensores del régimen de El-assad le han roto las manos al caricaturista Ali Ferzat.  Su delito es haber publicado una estampa en la que figura el Presidente sirio arrastrando una maleta, pidiendo “una bola” a Muamar Gadafi, listo para huir de su país.   El caricaturista declaró desde el hospital que “espera le ocurra lo mismo a los hijos y familiares” de El-assad.  Anteriormente, Ferzat había sido amenazado por Saddam Hussein, líder iraquí condenado a la horca. 

La violencia y brutalidad no se limita a ciertos países árabes y del Norte de África.  En México, 52 personas han muerto asesinadas en el interior de un casino de Monterrey.  Los autores del crimen llevaron bidones de gasolina para provocar el incendio del local. 

Una buena parte de los jugadores presentes en el casino logró escapar de la matanza.  Bandas de delincuentes, narcotraficantes, terroristas, mantienen en un hilo las vidas de los ciudadanos de México y de otros países.

Brutalidad  en Londres, Damasco, Trípoli, por una parte; corrupción administrativa, inanidad de los tribunales de justicia, enriquecimiento ilícito, por otra; son hechos que minan la confianza de los pueblos en los sistemas políticos, sean democráticos o no. 

Problemas económicos graves que desataran una crisis monetaria, podrían arrasar con el orden constitucional en cualquier país del “tercer mundo”. 

Las malas noticias depositan sedimentos decepcionantes en el corazón de la gente.  “Convivir” es hoy algo sumamente difícil.

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